Ven siéntate aquí Reten, me dijo Sweeney, señalándome una silla libre en la mesa que ocupaba. El comedor era una amplia estancia, de más de doscientos metros cuadrados, dispuesta de una forma bastante curiosa. Las paredes, pintadas de blanco degradado, se estrechaban hacia el fondo, a la par que su pintura iba oscureciendo. Existían mesas de diferente geometría. Todas estaban cubiertas con manteles, igualmente blancos, sobre los que destacaba una vajilla en gris oscuro. Las sillas eran también grises, de un gris oscuro intenso y brillante. Confieso que, en una primera impresión, agobiaba esa simple combinación de colores. La nota divergente la ponían los comensales Las dos primeras mesas tenían forma ovalada y albergaban ocho comensales cada una. Pude reconocer a alguno de ellos. Eran Guardianes del Principio. A su lado una alargada mesa llena de soldados con distinto uniforme. A estos pertenecía el grandullón que me avisó que no se podía cruzar el muro de noche. Las siguientes formaban un curioso pentágono de lados dispares. En ellas se sentaban una serie de niños y niñas, con rasgos propios del denominado síndrome de down, que parecían muy alegres, armando mucho revuelo. La siguientes, tres mesas, con forma de triángulo. En una de ellas, a la izquierda, estaba el lugar que Sweeney me había reservado. Los comensales de las mesas triángulo eran muy variados, había niños, jóvenes y ancianos, y todos llevaban un brazalete amarillo menos Sweeney, que lucía hermosa como siempre, vistiendo un sencillo vestido azul.  Finalmente, y en su fondo, la mesa presidencial, dispuesta con tres servicios. La única que estaba vacía.

       La iluminación era sorprendente. No se veían lámparas, ni bombillas ni leds, nada que indicase su existencia. Sin embargo la amplia estancia, de más de doscientos metros, gozaba de gran luminosidad. ¿Dónde están las bombillas?  Pregunté. Sweeney se rio. De qué cosas te ocupas- dijo-la iluminación no está visible porque es, está, sin necesidad de que exista.

        Las mesas ovaladas, continuó explicando Sweeney, están ocupadas por las escuadras de Jano. Mi hermano dispuso que sus escuadras fueran de ocho guardianes. Están de paso camino a Isla Mariña. Al lado de las escuadras de Jano y en una larga mesa ves a doce soldados, ellos pertenecen a la Guardia de este Puente. Este lugar se denomina así, Puente.  Es una especie de hotel de tránsito hacia el resto de dimensiones, una de ellas es la tuya, la terrestre. Las otras espero las puedas ir conociendo. En los pentágonos están sentados los soñadores. Son niños de la saga de mi hermana Alana. Benditos soñadores. Sé  lo que piensas- continuó Sweeney- en la tierra estáis ciegos para distinguir qué es lo bueno y qué es lo malo. Habéis pensando que portar el síndrome de Down es una discapacidad, pero eso porque no veis más allá de vuestras narices. Estos niños portan una grandeza, un gran don, que nos salva a todos cada día. Ellos son la inocencia más pura, la ausencia de mal. Son sus sueños los que iluminan la oscuridad del mundo. Gracias a sus sueños el mundo es mejor. Este grupo de soñadores estaban aquí, en el Puente, con destino a su Ciudad del Sueño, situada en las profundidades del océano atlántico, Una especie de Atlántida, pero llena de sueños. El resto de mesas están ocupadas por gente de aquí y allá, que les pilló aquí, de viaje, en el momento que nos atascamos. No sé si lo sabes, estamos atascados, y ahora solo podemos acceder a ese almacén en el que te encontramos, siempre el mismo día y la misma hora. Nosotros podemos variar lo que hacemos, pero el día es el mismo, Una locura. La mesa presidencial está vacía, como cada vez que no está mi padre. Él tenía que marcharse aprovechando la actividad magnética de la tormenta. Debe averiguar qué está pasando en el resto de nuestros puentes. Hay algo que sospecha, como si pensase que esto no es fortuito.

        Pero dime- interrumpí a Sweeney- por qué si estás tan acompañada me necesitabas ¿Para qué demonios me contrató tu padre? ¿Por qué estoy aquí? Recuerdas, me dijo, sus palabras. Te dijo “Hazle recuperar el aliento de la vida, la cordura, la realidad…” Esas palabras anuncian lo que estamos esperado, una vuelta a nuestra realidad. Supongo que ya lo sospechas, sonrió Sweeney- estás aquí porque eres mi hermano, el Ingeniero. Menos mal que te localizamos por la red. No sabíamos cómo decírtelo, cómo traerte sin que pensases que éramos unos chalados, pero la casualidad quiso traerte justamente hasta aquí. Y ya todo se ve más fácil. ¿Fácil? Preguntó Reten. Me estás tomando el pelo.

      Bueno, Sweeney, dejémonos de tonterías- dijo uno de los soldados grandullones de la mesa rectangular- nos vas a presentar de una vez al Ingeniero. Cuándo demonios va a arreglar nuestro colisionador. Mantengan la calma, señores- alzó la voz Sweeney- todo a su tiempo.

      Pudiéramos decir que era una rica oferta culinaria, con un pescado excelente y unas verduras a la plancha de primera, pero a mí se me estaba atragantando. Demasiadas cosas a la vez. Hermano, ingeniero, colisionador…Lo peor es que asustaba, tenía visos de ser cierto, de alguna manera había conocido un portal dimensional o algo parecido y ahora estaba en un lugar inubicable denominado “puente”. El plato fuerte no fue el postre, ni siquiera esa manera dulce que tenía Sweeney para sugestionarme, sino cuando traspasando la pared más oscura del comedor, pude acceder al lugar más increíble que había visto nunca en mi existencia. En ocasiones había visto imágenes de un colisionador de hadrones, había visitado alguna página de internet, pero esta era la primera vez que tenía uno delante, y era mucho más pequeño que los que conocía pero, a la vez, impactantemente más luminoso. Su emisión era la  Aurora boreal en su momento más majestuoso.

     Existían tres puentes o hoteles de tránsito, cada uno situado, si lo dibujásemos en un plano, en los ángulos de un triángulo equilátero imaginario. En su mediatriz se ubicaba un colisionador de hadrones.  Cada vez que se le hacía rotar, abría un portal dimensional, que era el que favorecía su tránsito entre Puentes y a la vez entre dimensiones. El Puente en el que me encontraba permitía el paso a tres portales importantes, la Isla Mariña, el círculo de Jano y nuestra propia dimensión, la terrestre. A la vez permitía el tránsito a los puentes dos y tres, que a su vez llevaban a sucesivos lugares de asentamiento de las sagas, como la Ciudad de los soñadores, el portal de Brais y lo que era más sorprendente mi propia dimensión Reten21.

    No sé si yo me había puesto ese nombre por casualidad, o es que en realidad pertenecía a toda esa saga. ¿Cómo diablos iba a arreglar un colisonador de hadrones?  Eso no era gestionar recursos informáticos, mis conocimientos no llegaban ahí.

    Tomate tiempo Reten, tiempo, naciste con la información necesaria para abarcar tu destino. Ya sabrás como hacerlo, ya sabrás.

   Qué decir que esa noche no fue una noche cualquiera. Me desperté empapado, temblando, sobre el viejo camastro del almacén. Todo fue un sueño- dije en voz alta- todo fue un sueño, repetí.

   En ese instante, oí la voz de Sweeney diciéndome “Tal vez no, tal vez no”, al tiempo que se acercaba, vestida de azul, como la había “soñado”, con un termo de café caliente.

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