Ninguna deriva tiene
redireccionamiento automático,
a veces los pilotos no se encienden,
se guardan, luminosos,
en los atributos subconscientes.
El giro de volante que se impone,
para no atropellarse desde dentro,
muchas veces abrasa la conciencia,
dificultando dar orden al cerebro,
las manos agarradas
desesperan,
previendo
una aparatosa colisión.
Es entonces,
cuando el subconsciente toma el mando,
para derivarte a la vía de salida,
la pista de aterrizaje
del consuelo
de verte de nuevo
ante tus propios ojos.
Reblogueó esto en El Noticiero de Alvarez Galloso.
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