Hay veces que no vivo, que me ausento

hacia un viaje extraño e infinito.

Me abandono y me dejo, me despego,

como no queriendo verme, por no ver

aquello que es exilio de mí misma.

Y así juego, entre luces violetas,

 quizá también azules,

y aquellas del blanco más intenso,

a traspasar galaxias pixeladas,

en una panorámica de estrellas.

Y cuando ya regreso a este camino,

los pies en la tierra son amargos,

nada vibra a mi paso, no me encuentro

en ninguna de todas mis versiones.

Cuando se es extranjero en tierra propia,

ninguna conversación es conectable,

y digo que no importan sus vestidos,

ni los metales que engalanen sus arrugas,

ni cuanto es su juventud, tan pasajera,

ni cuánto su olvido…

En esta madurez me resiento

como un adolescente desubicado,

buscando la tarde, regazándome,

para ver el sol anochecido…

En la página en blanco de wordpress,

le doy a publicar,  desnudo el verso,

y me conecto, de nuevo a mi viaje.

Y una voz se alza en el silencio,

quizá nazca en la nada,

quizá sea yo misma

para conminarme

que traspase la espiral de mi lamento:

La soberbia siempre se recoge

en los peores trozos de uno mismo.

No debo ignorar

que percibirse alejado, ausente, otro,

es solo un espejo que revuelve los sentidos,

pues cuando se halla la luz,

nada es necesario

y todo resulta suficiente.

3 comentarios en “Viaje astral

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