
Me imagino ante la claridad del día
rogando permiso
para descender al averno
como simple mortal.
Hay muchos que me disuaden
de esta maniobra ilusa
esa pretensión de salir indemne
para traerte de vuelta con mis ojos.
La providencia me otorgó este sueño
dando brillo a mis talones.
Y la noche se cierra, tan oscura…
Yo porto un viejo mapa, arrugado
con ajenas angustias que se pegan
hacen densa la piel y el movimiento torpe.
Luego salen de súbito espantadas
por las luminarias de mi ropa.
Descender al averno
con la pretensión de salir indemne
traerte de vuelta con mis ojos
y encontrarme de frente al adversario
para no reconocer su nombre.
El que no tiene lugar me desafía.
Yo reclamo: por mucho que aprietes mi cintura
cegarán tu vista mis talones
y haré mortal herida en tu cabeza.
Si yo soy, tú no eres.
Yo reclamo
por todas las generaciones pasadas
y las generaciones venideras.
Las larvas que se esconden tras las sombras
carecen de luz.
Cada vez que las rozo las enciendo
para que se abrasen
con un torrente de agua.
Te busco y no te hallo.
Te siento como ausente
tras la cascada de mis versos.
Y en uno de los flecos del tiempo
hay un segundo perdido.
Ese que recojo entre mi falda
ese que se hizo flor
una abertura
que me lleva a la superficie y a tu abrazo.
Despierto de mi sueño recogida
entre tus pies dorados.
Amanece suave, lentamente.