Versos de amor

Cuántos versos de amor han perecido

por sencillos que fueran pronunciados

en los labios, que el velo del olvido

ocultó en su dolor, agazapados.

Cuántos versos ajenos y olvidados

de un corazón de fuego enardecido

fueron puros, intensos y estrellados

como el cielo de abril al sol asido.

Cuánto duele sentir ese no olvido

que abandona la tarde en el abismo

de pensar que no fue lo que sí ha sido.

Y sin huella siquiera de sí mismo

sueña encontrar aquel sonido huido

y azota su agonía cual seísmo

en los versos de amor aún presentes

que recuerdan su brillo resilientes

Soy

Reflexiones de una tarde de domingo

YO SOY

 No soy una historia, ni siquiera maquillada con el relato propio. La memoria habita entre cajas de basura, algunas tan ajenas que yo diría impropias, un cúmulo de limitaciones que se nominan creencias por puro eufemismo. Para creer, mejor dicho, crear, es preciso un buen aderezo de incredulidad y sobre todo limpieza de ese tremendo vertedero mental que vamos depositando, sin saberlo, en nuestro subconsciente.

 Yo soy, pero ¿quién soy yo? Dicen que no hay respuesta cuando se formula mal una pregunta. Quizá sea eso. Quitemos el yo.

 No soy mis pensamientos. Descartes aludía a la función mental como propia de la conciencia, y sin embargo qué liberador es afirmar que no seré mis pensamientos, no seré mis rumiaciones, mis obsesiones, mis limitaciones, mis miedos.

 Kundera quiso enarbolar la emoción como motor y sentido. Y sin embargo qué liberador es sentir que no soy mis emociones, que no me dejo arrastrar por ellas, que no soy la desesperación, la angustia, la tristeza, la ira, ni el enojo, ni el arrebato, ni mis temores.

 Entonces, ¿quién soy? O qué no soy. Pudiera responderse, nada. Resulta igual de liberador creer que no se es nada. Aunque la nada realmente no es así, no implica vacío. Una vez en un poema dije “la nada es nuestra madre, pero ese no es su nombre”. Cuando se afirma con serenidad, y no desde la angustia, que no se es nada, en realidad se está afirmando que se es todo, se siente parte de todo, pero sin la atadura del yo.

 Si soy capaz de dejar que mis pensamientos fluyan y no me limiten, si soy capaz de dejar que sus emociones se expresen, pero no me arrastren, si soy capaz de sentirme a gusto en la sensación de no ser, en realidad soy libre. Tan libre, que- y sin caer en el orgullo propio del ego pequeñito- entiendo porque el relato bíblico cuenta que el Dios abrahámico responde “yo seré el que seré” (o para otros yo seré el que estaré). Mucho mejor que yo soy (según ha sido traducido). Simplemente, el poder de la libertad propio de un Dios.

  ¿Podemos tener nosotros una caja de resonancia oculta que nos acerque a esa idea del yo seré? Grandes místicos de todas las religiones y creencias así lo mostraron. Llevamos dentro esa tecla que nos acerca a nuestra consciencia en plena libertad.

  Persuadida por ambas ideas, ese no ser que te permite lidiar con los pensamientos- a veces inexplicables- que nos aturden, o no llevar al traste mi serenidad con una tormenta de emociones negativas y ese seré- siempre futuro, libre, proyectado- me doy permiso para relativizarlos y relativizarlas. Y, entonces, es cuando la observación es puro arte. Si me importa relativamente poco- una no es del todo perfecta y algo del yo pequeño siempre pervive- la descripción de quién soy desde mi ego, soy tal, soy cual, hago bien esto o aquello…Justamente por no sentirme desde el ego, camino libre.

  Pero el puzle no estaría completo si no comprendiese que, por no ser, o mejor dicho por ser parte del todo, estoy conectada con el resto de sus partes o individualidades. ¿Influyen los pensamientos negativos de los otros? ¿Las emociones ajenas? De algún modo sí y quizá más de lo que nuestra mente quiere admitir. Pero en esa pregunta podemos hallar una respuesta maravillosa. No busquemos un ser, un ángel o un ente ajeno que nos alivie, nos salve, o cambie el devenir caótico del mundo. Somos la parte de ese todo. Si nos ocupamos de nuestra parte, y otros lo hacen, mejoraremos la imagen de este puzle.

Vivir sin vivir en mi( en mi ego) es hoy todavía una idea revolucionaria.

Respira

Habitarse en ese espacio ajeno al yo

donde hogar es la quietud de los silencios.

Esa apacible calma de saberse, cual oleaje,

en la cintura de los mares

y apaciguar las mareas en origen

con coloridos tonos de sus aguas.

La materia es maleable

aunque no lo parezca

y nada parece irreductible.

Respira.

Desencuentro

Cuando tú y yo

hablábamos la misma lengua,

las palabras no tenían más tempestades

que una tormenta de besos.

Mi mar era tu mar

y todo paraíso no era mejor que el brillo de tus ojos.

Hoy todo parece lejos

un paisaje inacabado

a la defensiva.

Construimos castillos de altas torres

para impedir el abordaje propio.

Los espejos no resisten a la quema

y el espíritu se siente antagonista

el adversario

que no resiste a la quita de los tiempos.

Los besos todavía nos unen

pero las caricias nos separan.