La era mesiánica y la covid 19: Entre la confrontación y el odio imperfecto

Una reflexión más. Y perdonad, ya paro con las reflexiones…y vuelvo a la poesía…

Cualquier europeo del primer mundo, cuando visualiza el mapa de los casos de coronavirus, se hace una pregunta: ¿Por qué a mí? Esa pregunta no es mala en sí, si nos interrogamos para conocer los factores que están incidiendo en una exposición mayor en algunos lugares y podemos prevenir que no pase en otros; pero si la hacemos desde el victimismo, por qué a mí, si soy de un país más rico, tiene mejores hospitales y mejores medios, no nos lleva a ninguna parte. En el futuro conoceremos las causas de esa mayor propagación, sea a consecuencia de la mayor globalización, edad, menor inmunidad o simplemente parte de un proceso que acabará extendiéndose por todo el mundo. Pero, en mi opinión, es mejor olvidar la soberbia. Nosotros tenemos que aprender y mucho.

 Llegará algún día que haya dosis de vacunas para todos o quizá un medicamento efectivo. Sin embargo, el coste de vidas, moral y económico será alto. Sería bueno preguntarnos cómo podríamos hacer que ese coste sea menor. Mientras esperamos a que la ciencia se tomé sus tiempos y aumente la producción de vacunas o se halle ese medicamento, sí podemos interrogarnos cómo podríamos elegir lo mejor, desde el punto de vista político y social.

 Repasando las respuestas que se ofrecen desde diferentes ámbitos a esta encrucijada, me centraré en las respuestas religiosas o espirituales. Mi opinión personal es que no hay una exclusiva respuesta verdadera, sino caminos espirituales propios de diferentes culturas que, si los entendemos bien, todos confluyen en el mismo puerto. Hoy es habitual acudir, para indagar sobre consejos espirituales, a enseñanzas de religiones que, para nosotros, son más exóticas o desconocidas. Sin embargo, en esta ocasión, me gustaría escribir sobre la que nos es más cercana en el mundo occidental, y cuya sabiduría antigua muchas veces ignoramos.

  Con el mayor respeto y sin ánimo de acritud, me aburren las respuestas que monjes, videntes y otros seres de todo tipo, ofrecen a la humanidad desde la religión en la que me he criado. Castigo, apocalipsis, Sodoma/Gomorra, flagelémonos y veremos si se salva alguien del decreto divino. A veces pienso que cuando Pablo de Tarso nos ofreció sus conocimientos se olvidó de explicarnos lo que, para él, quizá, era obvio: La raíz de esta creencia. Si repasamos la biblia, la divinidad, el eterno o el infinito, no favorece más (si se puede utilizar esa palabra) a quien más se flagela; sino a quien alcanza mayor confianza. Igualmente ofrece su sabiduría en dos conceptos que, quizá, hoy, nos sirvan para efectuar una reflexión más profunda: La confrontación y el odio imperfecto.

  “Yo no crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada. Porque he venido a poner en conflicto..” Esta afirmación de Jesús de Nazaret no se explica solo como una anticipación de los conflictos o persecuciones religiosas. Si entendemos que Jesús hablaba de la era mesiánica, debemos ahondar en el concepto, y plantearnos si dicha frase justamente dice lo contrario a lo que literalmente, a veces, entendemos. El rigor implacable del juicio no es la mejor salida. En suma, Jesús hablaba desde su propia tradición y  estaría reflejando una sabiduría antigua sobre la raíz interior de la confrontación. Ese enfrentamiento de familias, tribus, ideologías o Estados, tiene su raíz en un reto personal y propio. El conflicto no ha de ser hacia el otro. Contrariamente, esa cruda espada es el reflejo de nuestras oscuridades. La confrontación nos invita a analizarnos desde dentro, para conocer por qué vemos en el otro solo un enemigo y nos provoca sufrimiento, desprecio o ira. La raíz de la confrontación está dentro.

   Ante un conflicto, la mejor opción nunca sería enfrentarse gratuitamente al otro, desacreditarlo y terminar ahí, en la división permanente. Contrariamente ese conflicto debería ser un estímulo para ahondar en las razones que nos impiden comprendernos y llegar a un acuerdo. Entender que la falta de acuerdo no es solo un fracaso del otro, sino también un fracaso propio. Es decir, para superar la espada, tenemos que clavarla dentro, pero no para sufrir, sino para buscar el entendimiento.

 Bonito mensaje que implica que, cuando odies, mírate primero a ti y pregúntate qué está sucediendo dentro.

 El odio imperfecto y gratuito nos acerca al mensaje de la división. Un rabino, con el que no coincido en muchas cosas, explicaba en un live de YouTube el mensaje secreto que, para él, se encontraba en la enfermedad de la hermana de Moisés, sus causas y la posibilidad de su superación. La hermana de Moisés lo criticó por haberse divorciado, y luego enfermó. El rezo de Moisés la salvó. Identifiquemos ese rezo con la comprensión de las circunstancias del otro. La sabiduría reflejada en esa narración explica que la solución, ante circunstancias difíciles, no es el odio gratuito, sin conocer por qué una persona tomó una decisión u otra, incluso cuando creemos (y a veces no es cierto) que hace algo incorrecto, sino progresar en la unión y el entendimiento.

 Si unimos estos dos conceptos espirituales, nos pueden dar una pauta del caos que vivimos en estos momentos. A menudo me perturban videos o mensajes de WhatsApp, que las personas difunden en cadena, para afianzarse en su odio al otro. Y ese reflejo social está también en nuestra política. Europa no puede superarse al no comprender y no confluir en un objetivo común. España no puede decidir lo mejor para todos desde el enfrentamiento. Este mensaje que encierra una sabiduría antigua, sin juzgar ni penetrar en su ámbito religioso, nos indica que la superación de una enfermedad, una crisis, o una circunstancia negativa, pasa por depurar nuestra confrontación y eliminar el odio gratuito. Los tiempos más difíciles pueden hacer que una comunidad responda de la forma más heroica. Pedir a los dirigentes (a todos y no solo a los que entendemos son contrarios a lo que pensamos) que terminen con la confrontación incorrecta es una obligación moral.

No terminaremos con el virus, pero si modificamos nuestra forma de enfrentarlo, en mi humilde y no siempre acertada opinión, quizá podamos amortiguar mejor su impacto.

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Reflexiones de media tarde: Envejecer bien es crecer en misericordia

   Con el paso de los años, asumir las diferentes edades es a veces un reto. Y ese reto no es tener una piel de 18, un abono a las inyecciones de botox o cajas y cajas de suplementos alimenticios. No está nada mal preocuparse por mantenerse sano físicamente, al contrario, es algo bueno. El mantener una buena alimentación, hacer deporte, cuidarse, en suma, es cuestión de rutina. Algo que se aprende con unos hábitos más o menos sencillos. Sin embargo, en mi opinión, el verdadero reto que impone el avance de los años va más allá. Un sabio dijo que la mejor manera de conocer si estamos envejeciendo bien es evaluar si aumenta cada día nuestra capacidad de misericordia, nuestra empatía o entendimiento hacia los otros, y hacia nosotros mismos.

    Siempre recordaré que, hace muchos años cuando todavía oficiaba bodas civiles, me correspondió casar a dos personas muy jóvenes. Era una boda humilde, con poca gente y pocos faustos, en la que la hermana menor se afanaba por sacarles las mejores fotografías desde todos los ángulos posibles. En el momento del beso, la hermana se acercó para sacarles una fotografía más cercana. Un hombre de avanzada edad, apoyado en un bastón y con expresión de enfado, se acercó también y pronunció esta frase: !Tantas fotografías! ¿para qué?, si esto no va a durar ni un año. Deja de hacer fotografías.

Le invité a que volviera a su lugar y guardara silencio. Me contuve, no hay razón para hacer aprecio y fastidiar más las cosas. Confieso que me hubiera gustado reprimirle severamente. No voy a defender aquí el matrimonio como la mejor forma de evidenciar un amor, no deja de ser un contrato, pero aunque sea un trámite eso no implica que no tenga significado para quien lo hace. Tiene que ser un instante feliz para sus protagonistas.

   En ese momento tuve claro que, si la vida me permite llegar a tener la edad de aquel hombre, nunca sería así: alguien que va oscureciendo los días. Con el tiempo aprendes que lo que aporta amar no es tanto su duración, puede incluso durar instantes, sino la intensidad con la que se viven los momentos. Eso es lo bueno que nos llevamos. Esos jóvenes se divorciaron al año, cumpliendo la sentencia de su abuelo. No sabría decir cuánto contribuyó la negatividad con la que su familia se enfrentó a su unión, o si simplemente era lo que tenía que suceder. Pienso que si algo acaba terminando no significa que no fuera bueno al inicio y que debemos aprender a dar claridad a todos los momentos que compartimos.

  Si llego a necesitar bastón, no me van a importar las arrugas de la cara o mi dificultad de movimientos. Lo que de verdad me importará es estar en la vida para dar claridad. El paso de los años, ya lo decía ese sabio, debe hacernos crecer en misericordia. Dar sin juzgar severamente, sin amargura, y poder recibir los rayos del sol en cada segundo.

Acuario

Luna llena en acuario,

secuestrada

por la furia de un mar que, desatado,

no refleja ese sol que nos destina.

Vienen vientos contrarios

desarmando

los cambios en la ruta.

Hay tempestades

internas

y el miedo más oscuro

preterido

reclama su lugar y su viaje.

Deriva solitaria que demanda

respuestas a la luna.

Dónde hallaré preguntas

que contesten

por qué el cielo se calla y hay silencio.

La calma que precede

a cualquier giro.

El tránsito de Acuario,

incontinente,

desborda nuestras jarras

y no hay tiempo

de reponer vacío en los bidones.

Solo pienso

en retomar la ola que me lleve

a un asiento en la tierra.

Un agujero en la vela.

Se desploma

y suena melodía de naufragio.

Lejos

una pequeña embarcación enciende

sus luces de bengala.

Y cierro mis oídos y mis ojos

a toda melodía negativa.

Soy círculo, corona viajante

equilibrando las ánforas.

No la veo, no oigo.

Solo escucho

el despertar del canto de sirena.

Amaneció sin nubes otro día

tan pronto como supe

que se puede interrumpir el sueño

dejando de crear alegorías.

Estrella

 Tenía los ojos grandes, aunque a veces parecían como absortos, lejos, perdidos en el mundo de sus pensamientos. Su barba era discreta, algo canosa y sus manos, grandes y fuertes, pero dotadas de una amplia capacidad de movimientos. Eran unas manos expresivas, parecía que hablaban solas, contando aquellas historias que es posible resumirlas en palabras. Muchos creían que era como un gurú, pero de los grandes, de esas personas que no te dejan impasibles y te abren las puertas a un conocimiento diferente. No quería que le llamaran por su nombre, Gabriel, porque se sentía Estrella. Una estrella femenina y masculina que aspiraba a indefinirse en esos mundos en los que solo habitan los valientes. Le gustaban los caminos torcidos, el pan caliente y observar la luz a través de un cristal. Sabía que la energía puede solidificarse, hacerse pura materia, delimitada en sus bordes. Decía que un trozo de madera no es tan diferente a una sonrisa. Pensaba que todo parte de las mismas leyes de la naturaleza y nosotros somos un espejo reflectante de los objetos que nos acompañan. También opinaba que algunas personas, a consecuencia de su dureza, podrían causar que su esencia se solidificase, a modo de un alma acartonada, y cuando ocurría, durara lo que durara su vida, al final del camino se destruiría sin remedio.

 Recuerdo que solía verle sentado en un banco, leyendo multitud de papeles viejos, en el camino hacia la escuela. Uno de esos días, lo vi discutir con un hombre con sombrero, barba muy larga, vestido con un traje chaqueta negro. Me dio una extraña impresión su atuendo, tan oscuro, pero aun así me acerqué a ellos. Gabriel o Estrella estaba tan enfrascado en la discusión que ni siquiera se apercibió de mi presencia. Era una discusión apasionada y hasta cierto punto agria.

.

 —La energía solo se transforma, no se destruye. Eso lo sabe un niño de primaria —decía el hombre vestido de negro.

—Que sí, sí se puede destruir. ¿Tú no conociste a Emmy Noether? La simetría te da la pauta, te da la pauta. Claro, tú eres lo demasiado arrogante para no buscar los caminos torcidos, pero yo te lo digo bien claro. Los caminos torcidos son los que llevan a la verdad.

—Los caminos torcidos, los caminos torcidos…Si Albert Einstein levantara la cabeza…

—Te diría que admiraba a Emmy. ¿Qué pasa, no has oído hablar de ella? ¿De ninguna mujer científica? ¿No? Y no eres capaz de preguntarte por qué sería…

—Las mujeres somos igual de inteligentes —interrumpí la conversación.

—Las niñas no deben interrumpir una conversación de mayores —me recriminó Gabriel.

    Tuve ganas de decir algo más, pero preferí contenerme y sentarme en el banco para seguir escuchándolos. De otra manera no me dejarían estar ahí.

—¿Tú crees que soy un indocumentado? ¿A qué viene esa acusación de sexista? No manipules la conversación. No podremos solidificar esa energía —dijo el hombre de traje oscuro.

—Pues debemos hacerlo cuanto antes…

   Aquello era difícil de entender. Estaban discutiendo sobre la posibilidad de destruir unas energías devastadoras que, según ellos, nos acechaban desde los astros. Era todo tan irreal para mí. ¿Qué energías?, ¿qué devastación?, ¿en los astros?

   Estrella decía que hay algo más de lo que vemos. Centrarnos solo en lo que vemos es la verdadera trampa y un estúpido error. Según él había influencias extrañas, esas energías, que nos impiden ver más allá y había que destruirlas para lograr el entendimiento.

  Un árbol del conocimiento que crece enmarañado y tortuoso, como si fuera un laberinto en el que perderse no era una opción. Hay que conseguir llegar a la copa para recibir al sol.

Y parió el universo poesía

Y parió el universo contrayéndose

rompiéndose las venas,

el empujón del parto,

los dolores,

hasta que la creación tomó su forma

en las letras versadas y sinceras.

El universo admiró su criatura

y pronunció la frase, satisfecho:

He aquí la tierra de poetas

una más entre múltiples planetas,

pequeña e importante pasajera.

Aleteos de nubes que se forman,

la atmosfera, la estrofa, la primera,

y la ola del verso que indomable

trae agua al seco espíritu

y le habla

de la esencia del aire,

y la armonía que surge

y no perece

resiliente en el ritmo del poema.

Sin saber cómo ni de qué manera,

en esta evolución tan sorpresiva

nació mujer y hombre, poesía

de lo que somos hoy, a la deriva

buscando puerto de luz y buena tierra.

Cerridwen en su caldero de cerveza,

bajo la custodia de los duendes,

hizo de inspiración, sabiduría.

La promiscuidad de Baco,

y los olivos compartidos

con los cereales de Sudiri,

Dionisio, Kamui y la grandiosa Isis,

en el ombligo de todos los placeres.

Esos frutos que en el tiempo anidan

limitados, endebles y proscritos.

Sorberse a tragos,

descenderse, enarbolarse

para intentar el llenado

del recipiente roto de la vida.

Sorberse a tragos,

materia, más materia,

que vamos consumiendo a dentelladas.

Y vino el dogma,

que hizo del mito regla,

los códigos oscuros, las trompetas,

esos pilares de fuego y de misterio

prosélitos

de la justicia de los templos.

Y vinieron los tiempos de castigo,

maldito el hedonismo,

se hizo el verso vestido,

la vergüenza

de no ser más que un cuerpo

que desnudo

se exhibe impudoroso en las versales.

Y fueron convencidos narradores

de las virtualidades de la quema

de esos idólatras poemas,

que pretendían vagar,

de aliento a aliento,

sin la disciplina del juicio,

el cuerpo del delito

y la lujuria.

La narración fue épica, gloriosa,

tornando al verso

en ayuda idónea.

Los poetas que arrepentidos

buscaban transcender entre los soles,

hallaron el espíritu en el cielo

y la misericordia en el desierto.

El soplo de Sofía

insufló

una chispa en su métrica.

Y la gnosis

quiso abrir las llaves del poema,

como algo ajeno a la piel que nos recubre

como algo puro, tan lejos, tan brillante,

del espíritu femenino que destila

los olores en cada primavera.

Rellenos de ilusión

y el cuerpo alzado,

elevado hacia un tiempo prometido,

vino el dogma otra vez

a sepultarlos,

ni espíritu ni vino,

nada de eso,

también esta proscrito levitar

sobre los alambres de las nubes.

Seguir esclavos, la pauta

que asonante

nos empuja hacia dentro

arremetidos,

para gloria del poder

que les promete,

un éxodo constante,

todo exilio,

y unas monedas a cambio de silencio,

y una vacía jarra entre los brazos.

No hay más sol que el que nos quema las pestañas

cuando nos conocemos libres y poetas.

REFLEXIONES DE MEDIA TARDE

Cuidado con la culpa persecutoria

    Yo no soy nadie para juzgar las creencias de otros y por lo tanto, lo que aquí reflexiono, lo digo desde el mayor respeto que me producen todas las opiniones y creencias. ¿Entonces por qué escribo esto? La razón es sencilla, al estar navegando por internet, me llamó la atención un vídeo en el que se ofertaba un procedimiento o técnica para impedir que las supuestas creencias negativas en nuestra vida nos condicionen, así que lo visualicé. Al hacerlo, me preocupó que dicho mensaje pudiera ser recibido por alguna persona que se encontrase emocionalmente mal a consecuencia de alguna causa o de un acto de otra persona y que lo manifestado allí operara de modo de refuerzo de su culpa persecutoria.

  Las teorías de creación de la realidad que vivimos son muy sugerentes, porque nos dan el mando, el control, la ilusión de la posibilidad de cambiar la realidad que percibimos, pero tienen un inherente peligro: no siempre todo puede ser modificado porque nosotros lo queramos. Yo misma, cuando me he encontrado muy afectada emocionalmente, he sucumbido en la tentación de revisar y revisar mis acciones, en un bucle infinito, preguntándome si yo tendría alguna responsabilidad en que ello sucediese. Lo que estaba buscando era claro, si yo asumía mi daño por una causa externa, tendría que aceptarlo y obrar en consecuencia, pero si pensaba por el contrario que yo tenía alguna responsabilidad, podría cambiarlo. Yo así me sentía que estaba al timón de mi vida. Pero eso es la trampa de la mente (que busca siempre seguridad) y la culpa persecutoria. No digamos cómo opera dicha culpa, torturando la mente, en los casos de personas que sufren vejaciones constantes o maltrato. Se hacen responsables y su victimario/a refuerza aún mucho más que ellas o ellos son las responsables. Pero eso no es así, tenemos que asumir que estamos dañados, reconocer nuestro dolor y situar la causa donde está, que es fuera, y por ello, la mayoría de las veces, no la podemos cambiar.

  El procedimiento que sugería dicho vídeo era que, si nos encontrábamos sufriendo a consecuencia de relaciones con una persona, pusiéramos en un papel, pidiendo a la divinidad o al universo lo siguiente: elimina mis creencias negativas con respecto a dicha persona. Encima de dicho papel, un vaso de agua lleno en sus 2/3, que se debería cambiar diariamente.

 Pues bien, lo del vaso de agua no me parece nada peligroso, pero sí situar todo conflicto que causa un daño emocional en una “creencia (y por lo tanto nuestra) negativa sobre alguien”. ¿Y si ese alguien es un psicópata?, ¿una persona sin empatía? No serían nuestras creencias negativas, sino nuestras evidencias negativas sobre la conducta de alguien. ¿Lo podemos cambiar? Lo dudo, por mucha creencia positiva que nos otorgue el universo. Hay personas que tienen las cáscaras tan duras que por mucho bien que les otorgues, disfrutan, y no sufren nada, causando el mal.

 Si ese procedimiento lo observara una persona emocionalmente dañada y con su autoestima baja, podría caer en pensar que quizá es su creencia (su culpa, su responsabilidad) la que le causa todo el mal que recibe.

 Yo solo puedo dar un consejo: Aléjate. Tan lejos como puedas.

  No hay corresponsabilidad en tropezarse en la vida con un psicópata. Existen y van buscando víctimas por doquier.

  En mi opinión no hay karma que limpiar. En todo caso, nuestra capacidad de protegernos, alejándonos. Y sobre todo eliminando el pensamiento de que es nuestra responsabilidad o culpa. Reconozcamos el dolor, pero queriéndonos a nosotros mismos. La culpa persecutoria provoca, en ocasiones, tanto o más sufrimiento que el acto que causó el daño.

  Otra cosa sería borrar de nuestra mente el sufrimiento que nos causó el daño. Soy consciente de que, si el hecho es muy grave, por ejemplo, si hemos perdido a un ser querido, ese dolor no se va atenuar. Pero imaginemos una situación común en la que alguien nos amarga la vida (en la pareja, en el trabajo, en los estudios, en las relaciones sociales…), borremos ese sufrimiento, no para olvidarlo sin exigir se impongan al malvado las consecuencias que procedan, sino para intentar que tal dolor no nos impida proseguir nuestra vida. El victimario/a no se arrepiente. No va a tener ni un minuto de consideración sobre lo que nos hizo. En cambio, si nosotros revivimos constantemente el sufrimiento, le damos un valor mayor del que tiene. Yo cambiaría el papelito. Pondría: “elimina mi sufrimiento. Yo no soy responsable de nada y ayúdame a proseguir, porque mi futuro, mi vida y mi bienestar serán la mejor manera de hacerle saber a esa persona que no me ganó”. En esos momentos, cuando llegamos a ese punto, sí podemos disfrutar nuestro presente y tenemos el control.

Love bombing (Bombardeo de amor)

Un narcisista puede envolverte. Es todo tan maravilloso, tantos halagos, tanto romanticismo, tanta entrega…pero piensa: es falsa.

No esperes que te alabe cuando digas

que me amas a primera vista,

desde el primer momento,

y que deseas una vida conmigo para siempre.

No esperes que te entienda cuando digas

que tu corazón late tan fuerte,

prendado de amor,

que podrías bajarme todas las estrellas

para dibujar mi nombre.

No esperes que te siga cuando digas

que el universo sin mí, no es nada

y que morirías si no te correspondo.

No quiero telarañas de poemas,

ni te quiero impreso en corazones,

ni siquiera los bombones que me gustan,

ni regalos de amor, ni mil promesas.

No creo en el amor que se proclama

en palabras tan engalanadas.

Conozco lo que dices,

hace tiempo que vago libre de egos narcisistas,

por muchas metáforas que envuelvan.

 Sé que buscas,

alguien en quien reflejarte

como el merecedor de todos los misterios

y algún día, me temo,

 no será luz lo que proyectes.

Tus palabras esconden una bomba

que acabará amargando mis mañanas

Llegará un día,

que esa bomba de amor explote

y yo quiero encontrarme lejos.

El amor se construye libre de egos.

Cuando hay intrusos todo puede suceder

Comienzan los preparativos…. Muy pronto en imprenta Los extraños ojos de Marina

Bueno, bueno, bueno… ya veo que doña Aurora se coló en este blog el otro día, pues, con su permiso, yo también lo hago hoy. Tengo mucho que decirles. Estoy atrapado en una historia en la que he sido objeto de unas acusaciones terribles e injustas. Si ustedes leen las mentiras que cuentan sobre mí, pueden pensar que soy pérfido malvado, pero nada más lejos de la realidad. ¿No desean ustedes un mundo seguro? ¿No desean un mundo más justo? Sí lo desean, no lo nieguen. Quieren despertarse un día y comprobar que sus vidas han cambiado, que existen oportunidades para todos, que no se premia a los inútiles, que se alaba a los que se merecen y que todos reciben su reconocimiento. Pues ese era, y es, mi mayor deseo. Intenté conseguirlo, hice todo lo necesario, dediqué mi tiempo y esfuerzo para que fuera una realidad. Si no me hubiera tropezado con esas tres mujeres, todo habría salido bien…

  —No me voy. ¡Qué no me voy! Usted está muerta, no puede obligarme a irme…

  —Pues claro que se va a ir. Aquí no es bienvenido.

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Vaya, perdonen, se ha colado un indeseable intruso. Las muertas tenemos muchas capacidades que se desconocen. Una de ellas, mandar a paseo a los intrusos o pellizcar a los caraduras e insolentes. No le hagan ni caso, ese intruso es un verdadero psicópata. Conozco muy bien a ese personaje. Hace muchos años que visito este mundo de otra manera y les confieso que no está nada mal. Soy invisible para la mayoría, puedo hablar sin que me escuche quien no quiero y aparecerme donde quiera. Pueden notar mi presencia cuando huele intensamente a incienso de margaritas. Solo tienen que llamarme, pero asegúrense de que tienen en su mesa alguno de mis postres favoritos. Si no, ni me llamen…Lo sé, lo sé, las presencias del más allá podemos ser muy exigentes. Entiéndanme, cuando estaba viva era muy golosa y hay ciertas cualidades que se conservan en este mundo. Si me invocan no se arrepentirán. Tengo muchas historias y leyendas que contarles y, tal vez, les regale algún candado para encerrar todo lo que les importune o les disguste. Permítanme que les anime a realizar un pequeño ritual. Cuando era niña me gustaba dar vueltas alrededor de los árboles y engalanarlos con cintas de colores. En cada cinta anotaba con un rotulador permanente un deseo. Una vez que los había anotado todos, rodeaba el árbol con las cintas y lo circunvalaba nueve veces. Nueve veces al derecho y otras nueve del revés. Mientras daba vueltas repetía estas palabras: creo que puedo hacerlo mientras canto, creo que puedo sentirlo mientras bailo, creo que puedo escucharme mientras hablo. Cuando terminaba esa curiosa circunvalación, guardaba las cintas en una cajita y si algún día me encontraba sin fuerzas volvía a leerlas repitiendo las mismas palabras. Y la magia se hacía en mí, no lo duden, porque si existe una verdadera magia es la que comienza cuando confiamos y creemos en nosotros mismos.

Muy pronto podrán leer muchas más cosas sobre mí.

@todos los derechos registrados.