Pretencioso papel

                    Los absolutos no contemplan más que un instante. La poesía puede ser un absoluto. Quizá un atributo pretencioso.

                    Hoy reivindico además la rima. La rima no es algo antiguo, tampoco su verso es impostado, ni forzado, si fluye como música. Es la música la que empuja las palabras…

 

El papel se agita demandándose

agorero de sinos y de afrentas

vindicándose rey de la experiencia

y  guerrillero de azar en la consciencia

 

El papel me agita, demandándome

qué es un verso sino la transcendencia

qué es trascender sino la intrascendencia

de mutar siglo a siglo en complacencia

los sonidos del mar en afluencia

con el verde azulado de su lente

tornasolada actitud de su secuencia

 

Dónde abrazan las manos, dónde huyen

los vientos que arroparon mi presente

La inmensidad que apaga toda suerte

de ya fotografiar su evanescencia

el instantáneo reflejo de lo eterno

troquelado en las luces de su esencia

 

Pretencioso papel de este destino

Papel que clama timonel sin tino

Marcaje de palabras que se fueron

de aquellos versos que ayer se perdieron

bajo la trama de perder su ritmo

canje de libertad en algoritmo

qué caro fue el matiz que le impusieron

en prosa o boudeville de tapadillo

 

Pretencioso papel que desconoce

que el cálculo no empieza en uno mismo

 

Anuncio publicitario

Retales

Sobre una barandilla de pensamientos

se agolpan mis retales

(posventa al por menor de mi sonrisa)

Nunca fue fácil

pero ahora quizá es más difícil

insistir nivelando las gravillas

retocando los sauces del camino

comunicando tiempos

 

No encuentro la tesis

ni la música

que me lleve a arrojar más gasolina

si este fuego solo puede enfriarse

ya perdí las notas del concierto

y  no hay una taza de té en el escritorio

para la auditoría de mis versos

 

Se truecan los harapos del reproche

la letanía del desacuerdo

cuando eso es negarse y renegarse

Negarte y renegarme

mientras se va acabando todo edulcorante

se van decolorando los tonos de las cortinas

sin que una mano de pintura

se ofrezca a blanquear nuestras paredes.

 

 

 

Demencia

Dibujante la niebla de tu rostro

anmesia imperativa

descomprendes

viraje incierto y siempre desnortado

entre surcos de noche y de silencio

aturdimiento

un mensaje de corcho

lienzo en blanco

no poder pensar

no conocer qué dicen

quiénes son

Deberías saberlo

y no lo sabes

La confusión me aleja

ya no encuentro

ese papel en que escribiste su nombre

¿Qué nombre?

 

Miedo

En el círculo giratorio de tu ombligo

te carcome la impotencia

te paraliza el miedo

ese miedo/ deseo, anhelo/ miedo, miedo/ angustia

roturando el inicio de tus intestinos,

colmándote de bardas

sobre las ruinas de tus fotografías

Es cómodo impedirse la salida

Ahogarse con las propias manos.

atraparse, enmarañarse, olvidarse, renegarse

La impotencia siempre claudicante

Idealizando la resignación,

alabando la mediocridad del conformismo

en falsa humildad decolorada

La impotencia como gran muralla de los días que nunca comienzan

del  futuro que nunca viene

La palabra no dicha

Sé fuerte, por una vez, maldita sea, sé  fuerte

Y no renuncies a tu vida

 

Golpea orgullo

Golpea el orgullo la franja de la impaciencia

la delimitación de tus fronteras

demandando la propiedad de sus besos

Golpea orgullo al amor en solo un gesto

como trueque de un brebaje intoxicado

por querer ser norte, sur, espacio, huella y este

derrotando la luz de su cintura

Golpea tu orgullo cuando ya ni puedes

vestir un recortable de sus pensamientos

porque nada se debe y nada se encuentra

en el imperio agonizante del reclamo

otrora reivindicante fatuo

de lunas impenitentes de verano

Raiña poderosa

Non poñerei a imaxe do lume, non glosarei o lume, glosarei o rexurdimento

RAIÑA PODEROSA

Qué din os rumorosos, qué din

cando a costa non é verdescente

cando o delirante raio tórnase lume

na  queimada das bágoas

asolagadas  nos castros

O nunca mais das ánimas no bosque

o nunca mais  ardente

daquela escura lembranza

Xa non hai verdor cinguido

e é intransitábel o aire pesado de cinza

O son do vento pecha nosas palabras

rogando a choiva que atrape  o seu silencio

E qué arume arpado, qué son teñe a arpa

cando as ramas crebadas na saída

deixan saudade da terra inacabada

O reson coma unha ladaíña

cristalizando o seus camiños

Galicia non réndese

é valeroso chan

fogar ancestro

é a esencia gloriosa

da terra que  non teme a adversidade

unha terra, raiña poderosa

compartindo

as novas sementes

resurxentes no outeiro dos seus días

 

 

Dónde va Vicente…

     Dicen que todo se pega menos la hermosura, y debe ser así, ya que acabo de leer un artículo que explica que nuestro cerebro, a consecuencia de su “neuroplasticidad”, se va amoldando y semejando a otros cercanos. Pienso que será por aquello de “hacer espíritu de grupo”, y si  es así, el dicho de “Dios los da y ellos se juntan”, pudiera partir de una premisa bien equivocada y deberíamos sustituirlo por aquel de “ellos se juntan y se van haciendo iguales”, tal parecido al otro que, referido al matrimonio, reza textualmente que “dos que se acuestan en el mismo colchón, se hacen de la misma condición”

         Me imagino el cerebro como plastilina, modificándose para semejarse al del congéneres y por doquier grupúsculos en semejanza con la peligrosa sentencia de que podemos, si Murphy no se equivoca, gravemente empeorar nuestras iniciales condiciones.

         Algo parecido debe pasar en las redes sociales en las que el encefalograma plano va dominando sus coordenadas a golpe de clic, bulo tras bulo, de manera que acaban hastiando y aburriendo. Hubo un tiempo que tuve la torpeza de intentar desmentir algún bulo, hasta que me di cuenta que lo que  menos importa a sus receptores es aterrizar en la realidad,  nadie quiere hacerlo, por lo que solo consigues agotarte. Aun así confieso que todavía en ocasiones se me corta el aliento al ver que el número de retweets crece en directa proporcionalidad a su falacia. Tal vez la única explicación a este fenómeno, al parte de que preferimos creernos lo que nos dicen a comprobarlo por nosotros mismos, esté en esa neuroplasticidad, que aboca a nuestras neuronas a uniformarse en el bucle infinito de la red de redes.

         Dicha maleabilidad por adaptación no es exclusiva de los adultos, sino se manifiesta en las edades más tempranas y ni siquiera es exclusiva de los humanos, habiéndose demostrado comportamientos semejantes en Orangutanes y Chimpancés.

            Lo que para algunos es un riesgo en la identidad, para muchos es la principal pista para el uso de técnicas para determinar comportamientos. Por eso, basta que cunda la idea de que algo es mayoritariamente asumido para que el disidente se vea forzado a disimular sus diferencias, por lo que no es hasta que comprueba que no existe tal mayoría, cuando se permite manifestar la diferencia. Normalmente justificamos estas acciones en el temor a ser excluido, pero ¿Cuántos se habrán adaptado al nuevo pensamiento? Esa es la gran pregunta y la clave de muchas estrategias de marketing.

 

Reflexiones al borde del pijama

 

                     Ya es de noche, sí, lo sé, menudo descubrimiento, y como una noche cualquiera, aunque sea de viernes, he abierto la despensa en busca de mis galletas de arándanos, cuando, eh aquí, me sacude uno de mis oscuros pensamientos. ¿El también compraría galletas de arándanos? ¿O de mantequilla? ¿Buscaría quizás en los estantes del supermercado su marca favorita, lo que más le gustaba a ella?

                     ¿De quién hablo? De aquel que saluda a las vecinas. Ese del que dice todo el mundo “pero si era muy normal”, “iba a por el pan aquí a esta panadería, compraba galletas”. Resulta complicado explicar a la vecina, y más, tal vez, al periodista, que un asesino no lleva el cartel de asesino, hace cosas normales, la maldita anormalidad de la normalidad. Pudo ser un día cualquiera, en el que tras una intensa “luna de miel”, le compró su postre favorito, cuando luego preso de furia acabó con su vida. Pudo ser un hombre cualquiera, solitario, que tras visitar a su novia y regalarle un ramo de rosas se encontró con una prostituta en su camino. Y otra vez la furia. Y en mi imaginación-vaya- todos compran galletas e incluso llevan amablemente la compra de su anciana vecina.

                  Menos mal que el pensamiento no se torna recurrente y mientras da vueltas el microondas, me veo resolviendo un nuevo enigma. Las personas desordenadas no son felices, decía un artículo que leí no sé muy bien dónde. Pues, nada, ordenemos para ser felices y desordenemos para serlo más y volver a ordenar, y volver a ser felices, todo en un bucle. ¿Podría ser el orden como la dopamina?  Si nuestro anormal/ normal imaginario asesino fuera ordenado estaría más feliz. No, no eso no es. Todos  tenemos en mente psicópatas muy ordenados y muy malvados.

                   Un neurocirujano japonés ha concluido que el comportamiento violento tiene relación con una menor densidad neuronal en la amígdala derecha. A vueltas con la base orgánica de la conducta. Menor densidad neuronal, mayor reacción de ira o de miedo (factor importante). Pero ¿A dónde vamos con ese razonamiento? Ponemos tanta atención en la causa que bien la justificamos ( lo hice porque me dijo esto…porque me recriminaba…porque…) o bien buscamos la base orgánica que fomenta su reacción.  Pero quizás  lo importante no es la causa, es el efecto. Si no pongo atención en las causas externas, sino en mis reacciones internas, yo controlo. Ya no hay justificación, porque nunca la hubo. Manda la voluntad y ahí está el reducto de la libertad. Y  si yo sé controlar mis impulsos, ya no importa como sea mi amígdala derecha.

                Hay que ver lo que dan de sí un paquete de galletas de arándanos.