
Me despierto y no sueño,
pero veo despierta,
un amplio bosque con velas encendidas
y el horizonte abierto, un horizonte guía
sin eco que le estorbe,
sin ruido que ensordezca esta su alegoría.
Llega el otoño azul, permutando veranos
y el viento del oeste aplaca su cordura,
un segundo regalo para quien aprisiona
los secretos más claros del árbol de la vida.
Te veo caminando por senderos de hierba,
tocando tierra firme,
ya es hora de hacer puerto
y mirar a la costa con aroma de invierno,
desatando los besos que quedaron guardados
en el fruto salvaje de esta bienvenida.
Bienvenido a este reino,
ausente de relojes,
donde los pájaros
crecen
más allá de las jaulas
y siempre existe un día
repleto de festejos.
Bienvenido a este reino,
ajeno a las coronas,
sin monarca ni mago,
ni cavernas oscuras,
donde tus manos
simplemente
reinan
sobre todo afluente de la luna.
Sin números ni arcanos,
sin palabra perdida,
nada más que tus ojos
llamando al mediodía.
La danza de los nombres,
la manzana prohibida
en un cesto repleto
de arándonos y lilas.
Me despierto y no sueño,
pero he visto despierta,
un amplio bosque con velas encendidas.