Cuando hay intrusos todo puede suceder

Comienzan los preparativos…. Muy pronto en imprenta Los extraños ojos de Marina

Bueno, bueno, bueno… ya veo que doña Aurora se coló en este blog el otro día, pues, con su permiso, yo también lo hago hoy. Tengo mucho que decirles. Estoy atrapado en una historia en la que he sido objeto de unas acusaciones terribles e injustas. Si ustedes leen las mentiras que cuentan sobre mí, pueden pensar que soy pérfido malvado, pero nada más lejos de la realidad. ¿No desean ustedes un mundo seguro? ¿No desean un mundo más justo? Sí lo desean, no lo nieguen. Quieren despertarse un día y comprobar que sus vidas han cambiado, que existen oportunidades para todos, que no se premia a los inútiles, que se alaba a los que se merecen y que todos reciben su reconocimiento. Pues ese era, y es, mi mayor deseo. Intenté conseguirlo, hice todo lo necesario, dediqué mi tiempo y esfuerzo para que fuera una realidad. Si no me hubiera tropezado con esas tres mujeres, todo habría salido bien…

  —No me voy. ¡Qué no me voy! Usted está muerta, no puede obligarme a irme…

  —Pues claro que se va a ir. Aquí no es bienvenido.

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Vaya, perdonen, se ha colado un indeseable intruso. Las muertas tenemos muchas capacidades que se desconocen. Una de ellas, mandar a paseo a los intrusos o pellizcar a los caraduras e insolentes. No le hagan ni caso, ese intruso es un verdadero psicópata. Conozco muy bien a ese personaje. Hace muchos años que visito este mundo de otra manera y les confieso que no está nada mal. Soy invisible para la mayoría, puedo hablar sin que me escuche quien no quiero y aparecerme donde quiera. Pueden notar mi presencia cuando huele intensamente a incienso de margaritas. Solo tienen que llamarme, pero asegúrense de que tienen en su mesa alguno de mis postres favoritos. Si no, ni me llamen…Lo sé, lo sé, las presencias del más allá podemos ser muy exigentes. Entiéndanme, cuando estaba viva era muy golosa y hay ciertas cualidades que se conservan en este mundo. Si me invocan no se arrepentirán. Tengo muchas historias y leyendas que contarles y, tal vez, les regale algún candado para encerrar todo lo que les importune o les disguste. Permítanme que les anime a realizar un pequeño ritual. Cuando era niña me gustaba dar vueltas alrededor de los árboles y engalanarlos con cintas de colores. En cada cinta anotaba con un rotulador permanente un deseo. Una vez que los había anotado todos, rodeaba el árbol con las cintas y lo circunvalaba nueve veces. Nueve veces al derecho y otras nueve del revés. Mientras daba vueltas repetía estas palabras: creo que puedo hacerlo mientras canto, creo que puedo sentirlo mientras bailo, creo que puedo escucharme mientras hablo. Cuando terminaba esa curiosa circunvalación, guardaba las cintas en una cajita y si algún día me encontraba sin fuerzas volvía a leerlas repitiendo las mismas palabras. Y la magia se hacía en mí, no lo duden, porque si existe una verdadera magia es la que comienza cuando confiamos y creemos en nosotros mismos.

Muy pronto podrán leer muchas más cosas sobre mí.

@todos los derechos registrados.

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