Adelante

Niebla.

Sobre los sentimientos apagados,

tan dolientes, en el entierro del amor.

Enciendo la vela fúnebre del tiempo

y quizá rezo, por no poder llorar,

quien más ama se culpa la derrota

por no resistirse en este envite

en el que me pides sangre más que besos.

Una ventana asoma al cuarto

y el cuerpo herido teme levantarse.

Una sábana empapada de carmín-

Ayer olvidé desmaquillarme-

guarda trozos de mi y me pide tregua.

El viento llama a los cristales silencioso.

Estoy lejos de mí. Mi piel ausente

no sabe de caricias teloneras

del fúnebre festejo del adiós.

Hace tiempo que huyó. No siento el tacto

ni enardece mi fuego apasionado.

Me he perdido en los versos de aquel poema

que nunca leíste, recuerdas,

y en el que pedía tu ayuda sin saberlo.

Si pudiera traer a mi vista el mar de invierno

fundirme en su oleaje intenso,

quizá limpiaría mis ojos embarrados

de tanto vivirte sin vivirme.

Esa marea viva en la resaca

que arrastra los restos del naufragio

 del ruinoso buque en el que ahogan

las lágrimas sus pétalos oscuros.

Niebla.

Para mayor confusión de mi mirada.

Mi madre siempre dijo, el brillo de los ojos

no tiene simpatía a los cobardes. Adelante

la vida siempre es bella, aunque la rosa

desagüe por el sumidero ese perfume

que se resiste al olvido y al silencio.

Adelante. La niebla es solo un espejismo

si somos capaces de querernos

a nosotros mismos.