Érase una vez la tierra y la rueda de la fortuna

Antes de que la tierra me hablara,

yo anhelaba mantener indemne

un cuerpo de sirena,

el cabello de amazona

y la ancestral espada que tutela

las puertas de la noche.

Antes de que la tierra me hablara,

yo era eterna viajante de la noria,

donde la fortuna gira tras el vértigo

depredando sus hijos, marchitando

los ojos vendados del olvido.

Y atada a sus monstruos,

 como  si fueran míos,

soñaba con la suerte de arriba,

temía la desgracia de abajo,

en ese mapa que dicen es destino.

Pero cuando giraba bien abajo,

la tierra me llamó.

Salta.

¿Por qué sigues atada ahí?

¿No es absurda esta rueda?

La fortuna gira, y tú la llamas karma,

la fortuna gira, y tú la llamas suerte,

la fortuna gira, ahora ya es desgracia,

el silencio, la angustia, eso que no llega

…eso que te atrapa.

Salta. Pisa mi tierra que te envuelve

La vida es otra cosa. Regrésate.

Pero los habitantes de la rueda,

precisan alimentarse de tu engaño.

La seguridad que te prometen es vacua,

su corona no es clara y sus aspas

no son más que senderos tortuosos

que vienen a restarte lo que intuyes.

Salta. entro de ti está la memoria

del agua primordial y de mis vides.

Me desaté del tiempo y del espacio,

dejándome caer, tocando suelo,

pude escuchar su bella sinfonía.

Y danzamos, danzamos…

Y tú ¿Saltas?

Fantástica

Ella vivía en el mundo de los sueños

para no lamerse el dolor

que deja el hielo derretido sobre los ojos.

Ella veía los sonidos

y aprendía su tacto.

La emperatriz de fantasía

sobre los colores de sus lunas.

Él bendecía sus mitos

y la pureza de su mirada.

Ella reía,

incesantemente,

dando fuego a la estancia.

La amaba,

la amaba tanto

que, cada madrugada,

pintaba de púrpura  sus ventanas

para que despertase,

cada mañana,

en un nuevo paisaje de sentidos.