Una rama entre muchas

             

Érase una vez, en un universo muy lejano, un pequeño planeta donde los árboles hablaban entre sí. El bosque era bullicioso y alegre, un refugio para todas las aves y criaturas que lo habitaban. El árbol madre, maravillado por el hermoso paisaje que habían construido los árboles, dio a cada rama su individualidad y el don de la palabra. Y así llegó el día que las ramas pudieron hablar también entre sí, presumir de sus elegantes hojas, competir por su verde más intenso, los frutos más exóticos. Las ramas empezaron a compararse con las otras, a repudiar a aquellas que tenían menos frutos o las hojas menos verdes, más diversas. La vida en la unidad del árbol era insoportable y los bosques se convirtieron en un lugar desagradable para las otras criaturas vivientes. La Madre de los árboles decidió separarlos y de un soplo transformó el bosque en una amplia llanura donde plantó independiente cada rama de los árboles y ocultó sus troncos tras un velo invisible, el cual no se alzaría hasta que abandonasen su ceguera por sentirse únicas. Como no tenían raíces, las ramas comenzaron a secarse. Ya no había alimento para su verdor, no daban espléndidos y coloridos frutos. Sufrieron mucho para sobrevivir, debieron alimentarse de lo que pudieran encontrar bajo la tierra. Un día, una misteriosa estrella se compadeció de las penurias de las ramas e iluminó su penumbra. Las ramas fueron conscientes de que había perdido su verde. Se veían tan oscuras y tan débiles. Las lágrimas comenzaron a brotar de la endeble cáscara que les recubría. La tierra se humedeció y comenzó a reverdecerse. Los troncos se hicieron visibles y a cada rama le fue permitido volver a ocupar su lugar. Comprendieron que su mejor realidad era formar parte, todas juntas, de la maravilla de los árboles.

            Soy una rama, parte de lo que he venido, de los que me han precedido, lo que me es mostrado como presente, lo que será el futuro. Soy una entre muchos y entre muchas uno. Las leyes de la naturaleza muestran que la mejor versión de uno es la que no se comprende sin los otros.

El oráculo / Sin rumbo

              Antes de partir hacia el círculo de Jano, Suib pensó que sería interesante consultar al Profeta, un alma errante que se vanagloriaba de su carácter antisocial no compartiendo el submundo con las demás, viviendo entre los árboles del Parque del Retiro.  Era un ser curioso, alto, alargado, parecía un hilo de humo. Era también algo maniático. Había que reclamar su presencia con un ritual, marcando en el suelo tres triángulos concéntricos, era una excentricidad del Profeta, pero si no lo hacías, no acudía.

            ! Cuanto tiempo, Suib!- exclamó el Profeta- cayendo sobre un banco con una fuerza inusitada. Voy de camino hacia el Círculo, he pasado por el túnel de las errantes. Es lamentable verlas. He visto acartonada a la vieja Bruja y todavía estoy impresionado- dijo Suib, mostrando mucha preocupación-Además creo que están invadidos por un gas. Al principio creí que era oxígeno, pero ahora lo dudo, porque no pude respirar.

          El aire que respiráis, explicó el profeta está compuesto, aproximadamente, por 78,08 % de nitrógeno,  20,94 % de oxígeno,  0,035 % de dióxido de carbono  y 0,93 % de gases inertes, como argón y neón.  No respiras oxígeno puro, Suib. El oxígeno nos impone una paradoja. Si respirases oxígeno puro continuamente se colapsarían tus alveolos pulmonares. No podéis vivir sin oxígeno, pero a medida que respiráis,  la cantidad de oxígeno define vuestro envejecimiento.  Yo no creo que lo que hayas experimentado no sea oxígeno, prosiguió, habría que hacer un análisis, pero me arriesgo a decirte que, al contrario, por lo que me describes, lo que hay es un exceso de oxígeno. Más oxigeno del tolerable incluso para ti, Suib, errante universal.

         Lo ideal es que no fuésemos tontos, afirmó Suib, y respiráramos solo nitrógeno, nos conservaríamos como una fruta envasada al vacío. El profeta rió. y le contestó : Me temo que la evolución determinó que respires oxígeno, necesitas tu nivel oxidativo. Es el pago de la ley de la evolución, el envejecimiento y la muerte

        ¿Tú crees de verdad hubo un paraíso como el bíblico con otras condiciones? Preguntó Suib.

        Sabia pregunta, incluso imposible para un Profeta- le contestó-No, no lo creo, un cuento del Paraíso, manzanas y eso,  pero entiendo que quizás algo diferente pudo haber, distinto, que pudo haber marcado otra adaptación de los organismos vivos y que por algo se fustró.

    Tu sabiduría me asombra- dijo Suib-Me quedaría años aquí divagando contigo pero tengo que seguir viajando, a ver si encuentro algo que explique el atasco de los Puentes.

     El Profeta se marchó rápidamente,  tal como había llegado, no sin antes regalarle a Suib este consejo: “Sigue adelante, sigue adelante, pero no dejes de mirar cada paso que diste hacia atrás”