Invierno

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El cielo no está azul. Diría que es invierno,

tiene esos tonos grises presentes en tus ojos

y un blanco inacabado de promesa perdida,

de esas que tejen huecos vacíos por la ausencia.

Desciende mi mirada, hay algo que me turba

que agita mi impaciencia con velos de infortunio,

como la nube negra que presagia tormenta

cuando todo está bien y la casa está en calma.

Rebelde la madera, entre el barniz y el tinte,

sobresale la letra, comienzo de tu nombre.

Es tenue ese silencio que me trae el recuerdo

de esa tarde de abril que se llevó tus manos,

constantes hacedoras de versos sin palabras,

el reloj en la pared, el papel de periódico,

los paseos sin tiempo, el mar en la ventana

y la madera oscura tallada con esmero

que habitaban cristales imaginando mundos

al paso detenido de los rayos de luz.

Ese viento que añora vestirse en tus zapatos

para poder hablarte, aunque fuera un segundo

y calmar las raíces de ese viejo castaño

que todavía guarda la impronta de tus besos.

El cielo no está azul. Diría que es invierno,

invierno en este agosto plagado de matices,

invierno.

Obsidiana

tan ligera como la voz del sol…

Una mujer deshila los versos de un poema

                    Una mujer deshila palabras en las redes,

mirando, ausente, triste, al mar que, malherido,

                    golpea sus sentidos con viento desatado.

                   Y ese aire de olvido, esa ausencia que hiede

                    parece no sostiene su mundo en un suspiro.

                    Sus ventanas de invierno no saben de deshielo

                    ni esas noches de antaño de brazos extendidos,

                    ni de aquellos poemas que adornaban su oído,

                    como tallos de rosas, como valles de lirio,

                    y que ahora, lejanos, se le antojan perdidos.

                    Más se alza una nube sobre el cielo estrellado.

                   Su forma le recuerda el porte de su amado

                    y añora aquellos pétalos que un día deshojaron,

                    todos aquellos besos de madera de ámbar.

                    Quién pudiera ser agua sobre un cabo arriado

                    y cruzar el abismo en un fondo de algar,

                     Quién pudiera ser ave y volar a su lado

                     hacia sus pies de luna y sus ojos de sal.

                     Una mujer deshila los versos en poema

                     y los guarda, escondidos, en un trozo de mar.

Ausencia

Hay cosas sencillas, cotidianas,

que emergen en todos los paisajes,

un pequeño jarrón, las flores en un patio,

la diversidad caótica del tráfico,

un beso para ti,

aquella mirada

y el imponente palpitar del fruto

de un naranjo.

Y, aun así,

persistimos en buscarnos en conceptos

con complejas palabras enredadas

en la maraña de nuestras propias ausencias.

No es posible entender la vida

sin vivir apegado a la realidad más perceptible.

Ni la vacuidad del universo,

la nota primordial,

el símbolo del tiempo,

la divagación finita,

puede llevarme

a tus labios

si me ausento.

Dos botellas y un día

En algún lugar de mi paisaje,

habrán quedado instaladas,

aquellas botellas que nos bebimos

en la borrachera de tu ausencia.

En algún lugar,

tal vez muy próximo,

a la nube donde depositamos

los jadeos de mayo

y la brisa,

en la espalda de abril.

Imagino rescatar su envase,

elevarlas en altar

descolorido,

la pose otros tiempos,

en palabras,

que quedaban impresas al oído.

Y beber de nuevo

sus brebajes,

indómita en tu piel

y sedentaria,

en la laguna de tus pensamientos.

Dos botellas de alcohol

que derrocaron,

tu noche,

y mi cordura,

dos botellas, y un día

en penitencia,

 descosidas

sobre la ropa,

como un emblema viejo,

como el mantra

oxidado

e incrédulo que no quiere desasirse,

de tu nombre

Inocentes

Las pequeñas manos,

inocentes,

buscan la luz,

asidas de tormenta.

No hay quien las escuche,

es descampada la noche

y a destiempo

la espera

agita, interminable,  su tormento.

 

La furia en la garganta,

volteando,

la ausencia impuesta,

la traición victimaria,

la falacia

que destroza la historia inconsentida.

 

El odio reta amargo

y las cadenas angustian

las manos más pequeñas,

las manos apresadas,

las manos tendidas,

apretadas,

en el desconcierto de la vida.

 

Resurrección

Una suerte de luz,

invadiendo

la oscuridad de mi  letargo.

Me perturba

que mi noche siga oliendo a tí.

El recuerdo, subrepticio,

traiciona mi mirada

y te reinventa

sobre el techo iluminado de mis ojos.

El teclado ya no es un refugio en blanco.

Una iluminaria de letras

forma tu nombre

Si hay resurrección en la verdad.

la verdad,

es que te sigo amando.

 

 

 

Sin vuelta.

He soñado

una historia:

Las hojas, en correntía, sobre el rio

y un reloj apagado en una estación de tren sin pasajeros,

pero cuando he vuelto la mirada,

la claridad del día retozaba sobre mis manos

y dudé

como sigo dudando,

pueda recomponer sus páginas marchitas.

 

Parece misión imposible

mirar hacia atrás sin darse la vuelta.

 

Plantaré una palabra

sobre mi espalda,

el cuello de la botella no digiere

más acentos.

 

Versaré mi luna

para pedirme, a mí misma, indulgencia

sobre la gasolina incendiaria del recuerdo.

 

Los guijarros clavados en la arena de la vida

y qué salvaje el dolor cuando no duele

Dos noches( y tres días)

Tres días y dos noches,

pudiera ser el inicio de cualquier oferta publicitaria,

de una escapada a los infiernos.

Tres días en tu ausencia desgarrada,

tras el coraje del desánimo,

sobrepasando la espera,

amordazando todos los miedos

 

Tres días y dos noches,

dos noches como dos siglos,

clavándose los segundos,

desesperados

pegados al teléfono.

 

Es duro el silencio,

y la duda,

tras la sombra postrada

en tu fotografía

 

No me llores

2 noches y tres días

mintiéndome,

porque no te puedo llorar,

se me han secado las lágrimas.

Hay veces, que el océano se pierde

Hay veces que el océano se pierde

en un concierto de liras encendidas,

las estrellas no encuentran acomodo,

el cielo se oscurece

y se acelera ,

el ritmo de la tierra,

murmullo entre las sombras desoídas.

en imponente y ciclónico universo.

 

Hay veces,  que el océano se pierde,

agitando la arena de mis ojos,

y todo está callado,

enegrecido

en el compás errante de tu nombre

y el dolor penetrante de tu ausencia.