Barbara

A Barbara Strozzi

Diría que las cuerdas lloran

para camuflarse entre los tonos

que deslizan las notas en su voz.

Y van tejiendo lunas que se elevan

sobre viejos canales que reclaman

un espacio entre los soles de verano.

Aguda y armónica disonancia

para mantenerse libre donde nadie

hace apuestas por una mujer hermosa.

La música es el eterno paisaje

y el barroco es un faro luminoso.

Contrapunto, bajo continuo, base,

la fuga del poema que anochece

en raíces de canto entrelazado.

Son las rosas, claveles y narcisos

un laúd como un verso inacabado

en la tenue mirada de la Venus.

BARROCO

Confieso no me entusiasma el minimalismo y las doctrinas estandarizadas,

y ya va un cuarto poema intimista, ahondando en mi filosofía.

 

BARROCO

La mácula al nacer

en ese adjetivar polisémico

de la imperiosa curvatura de tus líneas,

femenino, irracional, dionisiaco,

siempre lo peyorativo que nos une a las hembras y las artes.

Y eso quizá es el mayor atributo

de la eternidad de tus fundamentos.

 

Y si menos no es más,

si ese menos,

creado en las subprimes y los brokers

es solo frío,

la uniformidad de un cliché de lo estéticamente correcto

y lo moralmente incorrecto.

 

Si menos no fuera más

y puede que nunca lo fuera,

te alzarías victorioso entre los géneros,

sobre la diversidad del argumento,

sin anormarnos,

enfáticos,

en la pasión visual de un múltiple caleidoscopio

y la llanura viva de la inocencia

desbordando colores, curvas, formas, vida.

 

Dame, pues, música,

dame abundancia

Dame   Baroco*,

el silogismo

emborrachado en la suerte de los ángeles,

dame la tierra que gira

y que promete

la existencia de más lunas.

 

 

 

 

 

(*vocablo baroco o barocco que designa en la lógica aristotélica un tipo de silogismo)