Pronto vino el amor y la palabra,
el amor, el no amor, la destemplanza
y la gruta acallada de las sombras,
hiriéndonos la espalda,
derramándose,
en los rincones de aquella nuestra casa.
Luego volvió el amor, acariciando,
todos los contornos de mi ropa
y creí en la isla de su nombre,
en la bandera del sol
y en la esperanza.
Muchas veces pienso
que somos burbujas,
cada cual,
con una idea
de lo que debe ser amar,
de lo que debe ser el otro.
Burbujas,
que no se rozan,
pero sí se contaminan,
demandando,
que la otra se le parezca,
que la otra sienta,
que la otra diga,
que se inhunden
convergentes.
Puede ser que la idea nos persista
martilleándonos las noches,
y los días…
no hay amor felizmente imposible,
pero tampoco felizmente posible,
sino se deja un poco de amar,
cuanto menos te amo
mejor nos queremos,
cuanto menos te quiero,
mejor nos amamos.
Las burbujas,
caen de bruces al suelo,
quemarropa,
tú y yo en diagrama,
tú y yo en stand by,
consumiéndonos.