Ni ojalá ni quizá ni tal vez

Ni ojalá, ni quizá ni tal vez

Trabajando la permanencia del avance

 Esta pequeña entrada no tiene ningún ánimo de ser exhaustiva ni científica, sino una mera reflexión del uso de unas expresiones que nos atan a la duda. A mí particularmente me agrada introducirlas en los poemas, pero no veo igual su conveniencia para proyectar un deseo futuro.

  La palabra Ojalá, según los estudiosos, viene del árabe y significa más propiamente no “si dios quiere” (aunque la RAE lo dice así) sino “si dios quisiera”. Enraíza en el subconsciente como una potencialidad, que no asumimos todavía como real y en algún caso también la interiorizamos como imposible. Ojalá pueda ir a tu fiesta, al final quiere decir que probablemente no podré ir, o ya sé firmemente que no puedo ir “ojalá pudiera ir a tu fiesta”. Si yo digo “ojalá apruebe el examen” mando a mi subconsciente un mensaje sobre que dicha posibilidad todavía no la asumo como real, es decir no le estoy diciendo a mi mente que sucederá de forma firme.  

  Si ojalá asentaba el futuro incierto en la voluntad divina, quizá tiene sus raíces más cerca de nuestra conveniencia propia. Quizá no pueda ir a tu fiesta, nos permite vislumbrar que el deseo de no ir (por mí). Quizá no apruebe. Yo estoy ya dando por hecha mi propia limitación. El uso de este adverbio para expresar cómo deseamos el futuro puede mandar al subconsciente un claro mensaje. Quizá nos vaya bien en el futuro. Por mi bien, nos tiene que ir bien en el futuro. Quizá apruebe el examen, por mi bien he de aprobar el examen. No dejamos de situar el foco fuera, es decir deseamos que suceda algo por nuestra conveniencia (por mí) pero aun su realización la vislumbramos como algo externo.  Si no sucede, el bien ha caído en mal y nuestro pequeño yo en desgracia.

 La conjunción adverbial tal vez es, para mí, la que ofrece más dudas. Tal vez apruebe, es como depender del azar. Puede que apruebe.

 Con la primera dejamos todo en manos de la divina providencia, pero al usarse en la expresión de deseos u objetivos personales, no referido a la aceptación de la voluntad divina en su sentido espiritual, resultará complicado el universo te sea propicio si no hay acción propia. Con la segunda lo ligamos a nuestra propia conveniencia, por lo que igualmente la finalidad egóica, pero carente de determinación, perturba la energía de la proyección; y con la tercera, dejamos el futuro al azar, quedándonos sometidos al caos propio de este mundo; lo que algunos denominan astral. Es como decir que la vida me arrolle.  

  Ni ojalá apruebe, ni quizá apruebe, ni tal vez apruebe, sino aprobaré. En una visión desde el presente, yo estudio, yo estoy centrando en el examen, yo aprobaré.

 Mi subconsciente digiere mi determinación al avance. Y cuando llegué el día, no unirá el acontecimiento a la sensación de duda, mandándome mensajes contradictorios que pueden poner palos en las ruedas para encaminarme a mis objetivos.

   Expreso el futuro desde el presente.

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