Acariciarse,
deslizar los dedos,
aplaudiendo
la propia mirada.
Despegarse,
lanzar al vacío
el arcano del mundo
y confabularse con el loco.
Rebeldes,
al frío,
a la usura del tiempo
y los abusivos intereses
que se imponen
sobre la vida.
Atrincherarse,
en la nobleza del unicornio,
rebuscarse
y quemar,
una a una,
las cartas de la baraja.
No hay naipe que me aturda,
No hay nada que me oprima,
Ni tu marca, ni la publicidad,
ni tu reclamo, ni lo que me dices es correcto,
ni siquiera esas absurdas condiciones
que tornan un sistema en obsoleto.
El mundo que pisamos está caduco.
Seamos “Kawaii”
y busquemos el consejo de los bosques,
para retomar el viento salvaje de la naturaleza.
No soy ingenua, soy auténtica.