Era cómodo el tejido, de seda y nácar
sobre la temperatura de su rostro,
auditorio de rosas sobre su cuerpo
en la desnuda inocencia de todo relato,
fueron felices y comieron perdices,
y quizás mancharon sus labios
con chocolate negro y naranja amarga
quizá,
era demasiado cómodo entretejer telares,
cada mañana abierta, para deshacerlos,
encajando las palabras entre sus hilos
el ensayo repetido,
la ruta conocida
la caja de zapatos en el suelo,
Era demasiado cómodo
quizá por eso,
nunca acudió a esa cita,
pirateando los sueños,
con la bandera negra de sus sensaciones
prohibidas.