Puede

Puede que el olivo no sepa de mi nombre

ni añore aquellos pasos recorriendo su rostro,

un rostro de corteza y rama florecida

bajo esa luz que encala las paredes del patio.

Y puede que los muros no recuerden mis pasos

ni tampoco mi voz llamándote a la tarde

ni esos anocheceres en púrpura y naranja.

Puede que el terrazo no reclame mi ausencia,

ni la mesa de mármol, ni el verde de la puerta,

quizá ningún objeto de los más cotidianos

sepa nada de mí y guarde indiferencia.

Puede que todo el sol que ilumina las cosas

no tenga más sentido que otorgarme nostalgia

para que los recorra imaginariamente,

como si tu y yo aún estuviéramos allí,

entre las aceitunas caídas sobre el suelo,

retozando vida y resistiéndonos

a cerrar la memoria y el silencio.

Memoria

La memoria miente

como una ratonera trampa

como un depredador ausente.


La memoria modifica la palabra

y pixela la imagen de postales

de sonrisas sin tiempo.


El recuerdo es un espejismo

en el que nos miramos

para no vernos desnudos.


Sea bueno o malo, idealizado,

personalizado, dramatizado,

no hay hilo que teja fuerte su textura

y mañana, aunque sea

por una coma, o un punto y seguido

nos será tremendamente diferente.


No hay verdad absoluta en una historia.

No existe pulcritud en un relato.

Saberlo nos hace humildes

y también libres

de la tirana emoción presente,

la reina del oráculo,

la puerta que abraza el engaño

de creernos seres temporalmente pasajeros.