Hace tiempo que no te escribo
con todas letras del abecedario
Hace tiempo
que no te digo
que anhelo tu tacto
tus ojos
asombrados
y esa forma de decirme que me quieres.
Hace tiempo.
Hace tiempo que no te escribo
con todas letras del abecedario
Hace tiempo
que no te digo
que anhelo tu tacto
tus ojos
asombrados
y esa forma de decirme que me quieres.
Hace tiempo.
Mi única contraseña
son tus besos,
porque tú eres
la temperatura de mi pensamiento.
La pirotecnia tiene un efecto incalculable
sobre la causa de mis desconciertos.
No dañar a nadie,
Neminen laedere,
Yo soy real,
no estoy muerta,
no estoy viva,
soy un fantasma,
expectante
a esa imaginaria del recuerdo,
esa resistencia a ser olvido,
en la revolución de los incendios.
Las cenizas siempre saben amargas,
lástima
que no prefieras el fuego.
Cuando me besas
tus ojos visitan los míos
y se sueñan en tiempo infinitivo,
para recordarse en el presente
Por eso, es tan fácil amarte.
Precisaría cien vidas,
o quizá mil,
para que pueda ver rutina en tu sonrisa.
Y sin embargo,
no preciso ni un segundo sin ti,
para contar mil vidas.
Te amaré esta noche,
igual que la primera,
o que la última.
Te amaré
en el espacio abrigado de los besos
y en el reflejo de la luna.
Puede que nuestro amor no sea eterno,
pero sí lo serán nuestros momentos,
regalados,
en la extrema poesía de tus brazos.
Una suerte de luz,
invadiendo
la oscuridad de mi letargo.
Me perturba
que mi noche siga oliendo a tí.
El recuerdo, subrepticio,
traiciona mi mirada
y te reinventa
sobre el techo iluminado de mis ojos.
El teclado ya no es un refugio en blanco.
Una iluminaria de letras
forma tu nombre
Si hay resurrección en la verdad.
la verdad,
es que te sigo amando.
Doctorándome
en tus ojos,
retándome
en el atardecer de tus labios,
perdiéndome,
en el entendimiento de mis sentidos,
habitantes,
de la perpetuidad de tus recuerdos.
Nunca se vive lo suficiente,
cuando la enredadera de tus besos,
se pega al horizonte de sucesos.
Los versos se conjugan
en rojo gravitacional,
cuando los planos
se abren,
finitos
sobre el lenguaje de la métrica.
Bajo el dominio
de la ley del bardo,
extrema poesía de tus brazos,
tú y yo nos amamos,
como dos fotones
desplazados,
y es todavía más sonora
nuestra transferencia,
una fuente de manzanas,
en la curvatura de nuestras áreas.