Hay noches en las que,
toma de tierra,
neutro de reflexiones e indolencias,
me quedo persistiendo en las estrellas
que invadieron mis ojos,
mucho antes,
de que surgiera el sol cada mañana.
Hay algo innato,
en ese ir y venir entre horizontes,
quizá la persistencia o la añoranza
que multiplica el verso,
hacia el mundo donde no se nomina
la nada,
porque simplemente no existe.
Por eso esta noche,
Hoy,
ventana abierta,
reconozco mis pasos y me olvido
de dónde se fue el mar cuando te fuiste,
y te veo,
todavía,
sonriendo,
sobre la barandilla de mis ojos
amainando el viento, el oleaje
esa indomable preexistencia
que visita todo mi pensamiento.