
El lenguaje de tus manos
milimétricamente calculado
un mudra de balance,
para que mis ojos avisten confianza
bajo tu voz pausada.
Sé que mientes
y que esta mentira es caudalosa
pues atrae tu abundancia
para el despropósito
de los ingenuos que te siguen.
Dices tener secretos revelados
un ático en el pensamiento mágico
y decenas de libros a la venta.
Que has leído a los sabios
te has dejado empapar del pulso de grimorios
y eres capaz de acometer cualquier empresa
con la confianza de la ley de la atracción.
En el mundo de las redes, hoy diríamos,
que el video como el papel todo lo aguanta…
Llego a pensar que crees tu propia mentira.
Que tú crees gozar del secreto cuando induces
que vengan hacia ti para alimento
de la savia que corre por tus venas
como sello de luz.
Y otros vendrán en mi nombre y a muchos engañarán.
La razón es bastante traicionera
cuando se aferra a la emoción
no te quito mérito,
pero sé que mientes.
No, no hay secreto, al menos de esa forma.
Solo hay vida
que caprichosamente se disuelve
entre el océano de los verbos.
Y cuando llaman los días turbulentos
no hay puñado de sal ni hilo mágico,
ni siquiera los versos tendidos de los salmos,
que pueda frenar el poniente en un instante.
El equilibrio es una complicada, pero sana síntesis
entre dejarse fluir pese a lo incómodo
y tomar las riendas cuando la tormenta
deja de rasgar la tela de tu vela.