En blanco,
sobre el papel,
el lienzo roto de mi mirada.
Lejos,
muy lejos de mí,
sigue la vida.
En blanco,
sobre el papel,
el lienzo roto de mi mirada.
Lejos,
muy lejos de mí,
sigue la vida.
Todo retumba
sobre el muro hueco
de mi silencio
Todo retumba,
mientras las paredes
se van pegando,
formando un hilo
de nuevos pensamientos.
Sin nubes para emborronar tus ojos
sin máscara de pestañas en los cielos,
un tatuaje de cordura,
secuestrando
todos los recuerdos.
Todo retumba
bajo el muro hueco
de mi silencio.
No resulta facil superar un bloqueo emocional. A veces nos refugiamos en nosotros mismos, aislándonos; otras, aunque hablamos del problema con otro, seguimos aislados. Pienso que solo se puede avanzar si nos permitimos escucharnos, de verdad, a nosotros mismos.
Neurosis/ bloqueo
Mi problema en una caja
siempre cerrada
Mis pies se resienten
porque me duele andar
porque me duele hablar
Para qué abrir los poros de la piel
Para qué desgarrarse
ante un tibio espectador de recetario
Si soy yo, quien no me escucho
Soy yo el que no me escucho
Soy yo, sí, el que no me escucho
Neurosis/ desbloqueo
Una nube sobre una pintura infantil
Los pájaros vuelan en tiza amarilla
La casa, la ropa, los zapatos con cordones
Un calcetín tendido en una esquina de un papel
Revuelvo mis secretos, crezco entre los girasoles
Retozo entre la humedad de la hierba
Y me permito vivir
Manuel estaba al borde de sus fuerzas. Solo encontraba su sitio cuando fantaseaba con desaparecer. Pensaba que así se acabaría todo.
Manuel tenía una jornada de trabajo asfixiante, muchas guardias y muchos sinsabores. Un hospital, sin duda, es eso y mucho más. Pero a Manuel no le agobiaba su trabajo sino su casa..
Su mujer era una queja constante, siempre recriminándole, si cuando llegas, si cuando vas, que esto no lo haces bien, que lo haces mal, que no te fijas, que no sabes, que si no fuera por mí, ti vives en tu mundo, no te ocupas de los niños, mira lo que me ha dicho, ha hecho, tú les consientes, tu no me miras, no me dices, no me prestas atención, tienes la culpa, la culpa, la culpa.
Un día de abril pidió la excedencia en su trabajo. Llegó a su casa. Comió en silencio, rápidamente, con tormenta en el estómago, mientras escuchaba a su mujer diciéndole que no sabía poner bien la lavadora. Recogió su plato y salió de casa con la excusa de ir a comprar unas cuchillas de afeitar. Nunca más se supo. Solo una postal desde Alicante diciendo: ”no me busques, estoy bien, pero necesitaba desaparecer”.
Hace tres años que se marchó, aunque cada mes envía anónimamente una cantidad suficiente para los gastos de la familia.
Todas las noches antes de dormir mira las fotos de sus hijos.
La mujer de Manuel proyectaba toda su frustración sobre él y no era capaz de reconocer lo que estaba haciendo. Quizás Manuel pudiera haberla entendido un poco mejor, pero su estrés laboral y su larga jornada de trabajo, tornaban la queja constante en una tortura que se repetía tan pronto ponía el pie en su casa.
Miles de historias de desaparición voluntaria tienen causa en el bloqueo mental que provoca una determinada situación.