
Viajo, a veces, con las manos vacías,
queriendo coger turno en la rebusca,
de todos los objetos imposibles.
Creo que existe alguno para mí,
la línea de mundo,
que visibilizará mis partículas,
en el corta y pega de los tiempos
y así, transito, a veces,
sin tener destino,
nómada que busca
su primer asiento en la Academia
de hacedores del destino.
Confieso que prefiero el ácido a la tarta,
la pasión de las letras capitales,
capitulares, también, de este principio.
Amo a todos los pies que se descalzan
sobre la rugosidad del esparto,
los que se mecen sobre el mayor número de clavos,
aquellos que persisten,
nadadores,
de la desembocadura de las páginas.
Soy aprendiz de faquir,
buscando el truco,
para no dolerme.