Puede que esto sea una nube tóxica
Una explosión de humo, dispersándose
sobre las ventanas de mis ojos.
Ya no hay carbón que nos ensucie,
tampoco que nos caliente,
la estufa ha dejado frio el comedor
y ya no se oyen los cristales de los platos,
nada suena, nada estorba
porque ya nada es presente
retozando sobre el fregadero.
Las maletas, dispersas, sobre la puerta
disputan su salida.
Es curioso, entre las rendijas,
sobre las que transpira el mediodía
solo veo un paisaje de palmeras.
Quizás al otro lado de la calle
existe un espiral de caracolas
que me lleve hacia el mar
el mar inmenso
mar purificador, mar rompeolas
sobre todos mis contornos.
Es el inmenso paraguas que anticipa
mis primeras sonrisas de febrero.