Agarrarse los ojos
y las manos,
con los bolsillos vacíos de impaciencia,
observando
como cae la lluvia sobre el patio,
alborotando el sumidero,
el sencillo rebrotar del agua,
la pauta caótica de sus elementos,
mientras tú me miras
y yo pienso,
que deseo abrazar tu piel mojada
en la excelencia del invierno.