Lo único importante
es besarte
hasta que el nuevo día,
nos traiga el sol sobre la piel dormida.
Por eso,
si me besas,
no preciso ningún otro regalo
Lo único importante
es besarte
hasta que el nuevo día,
nos traiga el sol sobre la piel dormida.
Por eso,
si me besas,
no preciso ningún otro regalo
En ese espacio,
milimétrico,
imperceptible,
entre tu y yo,
habita todo el paisaje que es posible imaginar.
Imaginarte es quererte.
Mis versos son tus ojos,
demandando,
el abrazo de todas las mañanas.
Tú eres el mejor poema de mi vida.
Las vocales son amantes
de la matemática perfecta de tus labios,
resguardados
en las barandillas de mis besos.
¿Y quién quiere serlo todo
cuando puede ser un beso,
que se queda muy pegado
a todo lo que deseo
cada vez que yo te tengo?
Te siento
como viento huracanado,
remolino,
alborotando
las cortinas de mi cuerpo.
Te siento,
cual tornado
fuego abierto,
catarata,
en los acantilados de mis versos.
Te siento, te pienso,
te siento
Destiendo la ropa en el patio de tus ojos,
buscando la subversión de tus sentidos,
la aurora que irrumpa la rebelión de las formas
en la marejada de todos los pensamientos.
Lo confieso, me gusta recostarme sobre ti
pensando
que todos los océanos son abarcables
La rugosidad de las caricias,
el tacto pasajero
de una mano altiva,
crujir de dedos en el arriate de las promesas,
de los verbos insatisfechos
y de las flores que nunca poblarán el mediodía.
Porque todo eso no me complace,
prefiero la suavidad de tus arrugas,
la aspereza de tus manos,
y esos ojos, mar batido, mar abierto,
tempestuoso,
sobre el acantilado de mi ropa.
Tus manos,
viajantes,
entre las nieblas,
tu claridad
enarbolando la bandera
de la seda y del tacto
la pauta sosegada de la noche
deslizándose,
sobre los pliegues de la ropa
No es difícil amar
cuando la vista
tropieza con el faro de tus ojos.
Me duelen las manos
atadas,
en los cordeles de la paciencia.
deteniendo mi ahora,
en reloj durmiente,
y, ya voy,
contando todas las horas,
que me restan,
para conocerte.