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imagino,
maneras
para doblegar el espacio
y retenerte,
en los confines de mi boca.
Maneras,
para ser fantasía,
aparecerme,
imaginada
ante tus ojos.
Maneras,
para enardecerte
sigilosamente y al descuido
en medio de la noche,
erizando tu piel
sin advertirte.
Maneras,
para no despertarte,
para que seas
mi amante
navegando
los confines
de mi sueño.
Que no haya despertar
sin que me encuentre,
tus besos en mi espalda
Y que sean tus versos,
que lo sean,
los que cubran de amor mi madrugada,
porque no hay tiempo
para no despertarse
sin sentirse.
La semiótica de tus labios,
descubriendo el signo,
ese inmenso oleaje
que imanta mi boca.
Quiero escribirte un poema cada día
y cuando nos despierte la mañana,
te lo encuentres grabado en la ventana,
porque yo quiero regalarte poesía.
Y sea la palabra luz que sana,
brotando de mis ojos la alegría,
que atrapada de amor busca tu guía,
tu piel y tu caricia más cercana.
Y por mucho que pasen las semanas,
no quiebre el sol la dulce sintonía
tan devota y conversa a tu mirada.
Puede que quiera regalarte poesía
puede, tal vez, que sí, al fin, lo haga,
amor… bendito mundo de utopía
La coma asesina,
me despista, del verbo,
me desviste,
me ausenta,
sin masticar mis adjetivos.
Pero he encontrado un truco,
para enlazar las letras
sobre la ventana de tus besos.
Como un renacimiento,
impetuoso,
de mis identidades.
Por eso,
bésame,
hasta que se borren
todas mis ausencias.
Si hubiera una isla
donde anidaran mis sueños,
llevaría tu nombre,
porque tú eres,
la poesía de mis sentidos.
Cuando me dices quizá,
dices ahora,
que la suerte regalada de mi tacto,
amanezca en tu piel cada mañana.
Porque dices quizá, dices ahora,
Sé la corriente arrebatada de mis días.
Qué difícil leernos,
y como si fuéramos intérpretes
desinformados, yo te asiento
y me doy la vuelta disolviendo
mis ganas de besarte en la taza de café
Tú me miras y te retiras sigilosamente, perdiéndote
en el amargo aroma de la apuesta.
Qué complicado es, algunas veces,
enseñar el as de corazones,
llevamos impreso en la mirada.
Un grueso cristal aumenta,
un rostro entristecido
y empujado,
a no reconocerse en los abismos.
Otro día se dice,
retándose,
como si ignorara,
que va pasando la vida.
No hay un billete de vuelta,
ni un pasaje infinito,
pero ella,
persiste,
en permanecer detenida,
en un escaparate,
como un maniquí sin tiempo.
Un paseante, desde el otro lado,
le regala diariamente su saludo,
en la esperanza de que tome carne
y puedan caminar hacia otro sitio.
Él la ama,
más de lo que se ama ella misma.
Hay veces que el amor nos lleva a esperar
que el otro despierte.
No siempre se comienzan las mañanas,
cuando se acaban las noches.
Hay días en Aurora permanente,
extendidos
sobre la poesía de tu rostro.
Cuéntame despacio,
casi en silencio,
como construirás nuestros cimientos,
con vigas de madera
y el tejado,
de cedro y de ciprés.
Cuéntame despacio,
en un suspiro,
como el amor que exuda por los poros
de toda nuestra piel,
llegará a ser el fruto del manzano,
agua en el desierto,
los cerezos,
en cada primavera.
Cuéntame despacio,
tal vez, miénteme,
que existe un amor santificado,
que brota en manantial
inagotable,
humedeciendo
los labios… cada tarde.
Cuéntame despacio,
como sueñas,
pues para estar despierta,
ya me basto
yo sola.