Reflexiones del sábado

   

Cuando nos enfocamos en la palabra humildad, pensamos en la aceptación de nuestras circunstancias, y en ocasiones, incluso en sus más terribles cáscaras de la falsa humildad e hipocresía de las personas narcisistas y egocéntricas.

 Hoy reflexiono y mastico la palabra humilde. Reflexiono y mastico la palabra aceptación. Y pienso que todos, yo la primera, no comprendemos su significado. Hemos interiorizado su contracción, pero no hemos interiorizado su expansión. Todos pensamos que ser humilde es aceptar que uno no lo sabe todo, aceptar su lugar, las condiciones que le tocan, saber aprender y escuchar para mejorar, no alimentando el monstruo de nuestro ego. Y eso es así, pero también lo es que hay que ser humilde para recibir. Aceptarnos, para entender que merecemos y no petardearnos sistemáticamente a nosotros mismos. Cuántas veces nos limitamos a nosotros mismos, nos negamos cosas, y somos nuestro peor crítico. Aceptar es también permitirnos decir a viva voz que nos merecemos el amor, la prosperidad, la tranquilidad…Aceptar no es represaliarse, ni reprimirse. Hay un mensaje que cala en nuestro subconsciente como una herida y que elabora una creencia limitante de que no nos merecemos algo. Es cierto, es peor la falsa humildad y la hipocresía de algunos que elevan su ego a lo máximo. Sin embargo, también es negativa una humildad caída, una humildad vista desde el rigor que nos lleva a arremeternos hasta el punto de no creernos merecedores. A no saber recibir. ¿Y si el subconsciente está limitando nuestro consciente?

Si a veces piensas que te niegas cosas, te limitas, no intentas progresar porque no te crees capaz de hacerlo, quizá haya en tu subconsciente un concepto restrictivo de la aceptación y la humildad.

Hoy vienen a mi mente las palabras de merecimiento:

Merezco todo lo bueno.

Yo no soy mis pensamientos negativos ni restrictivos.

Abandono y olvido las limitaciones y todo aquello que no me deja crecer.

Yo soy las opiniones positivas.

 Suelto los temores, los prejuicios.

 Mis posibilidades de ser se abren como una flor en primavera.

Yo, tú, merezco, mereces, el amor, la prosperidad, la libertad de no limitarme, de ser lo que puedo ser.

Soy merecedor y lo acepto.

Sé que eso también es la humildad.

Rompo las falsas creencias de mi yo y me encamino a permitirme ser libre para dejarme ser.

Reflexiones de fin de semana. Diez propósitos

Es primavera y todo renace. Es un tiempo de tránsito para un nuevo comienzo.

Pese a ser unos propósitos conocidos, un lugar común, muchas veces los olvidamos y no somos conscientes de sus consecuencias. Existen muchas formas de explicar conductas básicas que han formado parte de la educación de las generaciones que nos anteceden, y que por olvidadas, ahora hay personas que las descubren en páginas de autoayuda y otras que ni siquiera tienen conciencia de su importancia. Este pequeño decálogo intenta resumir lo más básico.

  1. La ira, los enfados y los arrebatos no son buenos. Por mucho que te hayan hecho, salvo que precises defenderte, no saltes como una fiera sin saber ni pensar lo que dices o cómo actúas. La serenidad es mejor consejera. Sabrás qué hacer, qué decir, cómo actuar y habrás evitado posibles consecuencias, hasta desastrosas, para tu equilibrio emocional. Ponerse airoso da sufrimiento, sentirse calmado pese a la adversidad te da la seguridad de que puedes dominarlo.
  2. No vale eso de que he dicho lo que he pensado, pues muchas veces ni lo pensamos. Modera tu lengua. No critiques a otro/a por su vida privada o sus condiciones. Eso no da ninguna satisfacción y también perjudica tu equilibrio porque te envenenas. Evita que la vida ajena sea tu ocio y tu saco de boxeo. Concéntrate en ti.
  3. La ansiedad tampoco es buena consejera. Tómate tu tiempo. Valora lo positivo que hay en ti y piensa que, si deseas algo, tienes dentro las habilidades para obtenerlo. Paciencia.
  4. Los obstáculos y los límites no son siempre malos. Nos enseñan nuestras oscuridades. Sé humilde, comprende tus fallos, no para carcomerte por dentro, sino para superarlos.
  5. No seas rígido ni demasiado severo con la conducta ajena. Los excesos de rigor que prodigamos caigan sobre otro, se nos devuelven duplicados tarde o temprano. La venganza es un plato amargo. No seas tampoco demasiado laxo. Sé consciente de tu dignidad. No permitas que te pisen y tampoco toleres en exceso cuando te corresponde a ti poner los límites. Cuando educas debes poner límites, desde el cariño y con respeto, pero límites. En definitiva, se un junco, por muchos vientos que soplen.
  6. Aprende a saber lo que quieres. No esperes que la vida te lo traiga por casualidad. Los amigos, las parejas, quien nos rodea, se elige, pero no puedes elegir si no sabes qué tipo de persona quieres esté en tu vida. No mendigues la amistad, el amor o el reconocimiento. Pasa página. Sigue adelante.
  7. Hasta el más iletrado puede tener algo que enseñarte. Escucha.
  8. No te quejes constantemente, no envidies, no te compares con otros. Asume, acepta y actúa.
  9. La tristeza no es una buena aliada. Todos sabemos que pasan cosas malas, enfermedades, dolores, pérdidas. Pero aférrate a la vida. No hemos venido a sufrir, sino a completar un propósito. ¿Cuál? Lo tienes dentro, es aquello donde te sientes bien.
  10. Como es arriba es abajo, pero no se puede rectificar abajo si no has rectificado antes arriba. No esperes el éxito fuera, búscalo dentro, mejora tus debilidades, amplia tus habilidades, sé responsable de tu destino.