Tú me escribes amor, y yo te escribo
para la complacencia de las rosas,
los sonidos de ensueño
y las palabras suaves
susurrantes
como caramelos de colores.
Cambia el cuadro, se muta el decorado.
No hay traspunte para las emociones
que hacen quiebros, sonidos
y la música
enreda los silencios de antescena.
La pasión que se esconde en bambalinas
ahora asoma al proscenio reclamando
los tambores, el beso, torbellino
las miradas, el viento, remolino
revolviendo las ropas y las hojas
hasta poner el mundo boca arriba
y el fuego entre las letras poderosas.
La pasión atraganta, sobrecoge,
enardece y desboca en correntía
hace herida, escuece y también calma,
y es suave, y abrupta, y mediodía.
Imprevisible y franca
como la propia vida.
Por eso dame rituales, dame juego,
caballeros, espadas, damiselas,
huracanes, conciertos, mariposas,
cataratas, misterios y escaleras,
ese ritmo trepidante de la acción
hasta que caiga el telón
y finalice la escena.