Donde la contradicción es coherencia…

Mi particular homenaje al gran maestro Víctor Hugo.
Nunca lo haré como él, pero no deja de entusiasmarme intentarlo.
Donde la contradicción es coherencia…
Mi particular homenaje al gran maestro Víctor Hugo.
Nunca lo haré como él, pero no deja de entusiasmarme intentarlo.
Hoy puede estar permitido, si Beltaine es generosa, que gire las cintas del tiempo. Muchas veces lo he dicho, si alguna vez fuera afortunada con dicho giro, me gustaría encontrarme con el enigmático y poderoso rey de lo lírico, Víctor Hugo. Lo celeste no es el dialecto de lo terrestre, decía. La inmensidad es una familia de vagabundos, el espacio no tiene pasaporte, no hay descripción del cielo. La lengua celeste se habla en el deslumbramiento; hablar lengua celeste es lanzar llamas y cada letra es un incendio.
El sistema de detección de ondas gravitacionales LIGO/Virgo registró, este abril, el inconfundible zumbido de las ondas en un armónico más alto, afinado, como un celeste instrumento musical. Una estrella, danzante, alrededor del agujero negro de nuestra galaxia. El lenguaje de las naturaleza es luz, como anticipaba Víctor Hugo, pero principalmente música. Una impresionante sinfonía.
Esa estrella danzante,
sigilosa,
en el lenguaje de la atracción.
Cada letra es un incendio,
un suspiro,
desbaratando,
una sinfonía de trompetas.
Cuando los libros más codiciados,
comparten estantería en auto-ayuda
y verbo adolescente,
me canso en el trasiego del aquí y allá
urgiéndome de lunas.
Por eso, heme aquí,
emulando a Victor Hugo,
invitándote a la mesa de los sabios:
Willian, dime que sí,
dime que estás aquí,
muévete hacia el sí.
Estoy cansada de baratijas proféticas
y verbos de pluma débil,
Dime que estás aquí,
quiero ver el mundo en un grano de arena
y la eternidad en la palma de las manos.
Muévete hacia el sí,
y maldigamos la mediocridad de este milenio,
mientras tus versos, en marcha fantasmal,
derroten los avernos y a los ojos.
Sé mi fuego rojo, la descordura
de esta nuestra caverna.
Ilústrame en la sensualidad del cielo,
besemos la inmensidad de sus caricias,
columpiemos las sombras,
que dibujan la luz sobre mis senos,
reuniendo la cábala
en la que conjugar nuestros augurios.
Me impacta la carga poética de las “ mesas parlantes” de Víctor Hugo. Es un ejercicio de metafísica, más allá de la pura poesía. Ningún capítulo tiene desperdicio. Ninguno.
El espacio no tiene mirada. El espacio, el tiempo, dos apariencias, dos visiones, dos imposibles, dos ojos reventados de horror, dos pezuñas sangrantes del castigo, dos mandíbulas formidables del abismo…
Hablar en lengua celeste- dice( en teoría) Galileo- es lanzar llamas…Todo esto no tiene nombre, todo esto es luz y desconocido, todo es rayo y es máscara, es sol y es errante…el espacio no tiene pasaporte, no hay descripción del cielo.
El evangelio, comenta en otra mesa, ha hecho de la tumba algo clemente para los arrepentidos, pero, hete aquí su error, ha hecho de ella algo inexorable para los miserables.
La noche es la democracia estrellada, no hay astros huérfanos, no hay estrellas viudas, no hay soles perdidos. El firmamento es la república simbólica que mezcla los astros de todos los rangos y realiza la fraternidad …
Amor, amor, tu eres la solución suprema, la última cifra…el cálculo extremo
El mediocre se queja de las migajas del cielo, estudia el universo desde el miserable punto de vista de la tierra , con apetito de humo, glotón de bruma, famélico de sombras. Si yo estuviera en este lugar pediría un todo o nada, la inmensidad, vuestros telescopios encarcelan el cielo…
Las agrupaciones de las diferentes frases son mías, las palabras enigmáticas de Víctor Hugo, poesía de la grande para disfrutar esta noche de Reyes. Un abrazo a todos