
Algún día llegarás,
aunque tengan que pasar algunos años,
para recibirte en bienvenida.
Te imagino con la misma sonrisa que tu madre,
supongo que Boadicea no te pondrá pendientes,
como yo no se los puse,
y que cuando busque su nombre preferido,
hablará con el muérdago y el musgo.
que recogen los vientos de la infancia.
Yo estaré para verlo, o eso espero,
acomodaré tu cuarto,
no tendrá nada rosa,
quizá verde como el de tu madre,
o tal vez el azul cian más bonito,
en recuerdo de un mar siempre presente.
No habrá cuentos de princesas,
pues no quiero que desees un príncipe,
ni que pruebes las esposas del amor romántico,
comiendo perdices.
Yo te quiero ver crecer libre,
en confianza,
de saber que es mejor estar sola que atrapada
en un espiral de estereotipos.
Yo te quiero valiente, como el aire
la reina de tus lagos,
que tus ojos sean nobles y no vean
nada más que la profundidad del alma.
Deseo puedas permitirte ser fuerte,
en todos los principios y en todos los finales.
También me gustaría,
no lo oculto
que cuando atardeciese
mirases al poniente,
declarando
que sabes de dónde vienes,
y para qué has venido ahora.
Porque te quiero mujer, sencillamente.