
Ellas conocen
que no hay templo que sirva de refugio,
ni fuego extraño que contener ardiendo
por jóvenes vírgenes danzantes
en un amanecer de primavera.
Ellas te invitan
a atravesar la puerta del camino,
reposando sus límites,
descalzo,
para recoger entre las piedras
las flores escondidas.
La puerta ha estado siempre abierta
para cualquiera que quiera transitarla,
si es capaz de hacer fuego entre sus manos
y formar una esfera luminosa
cuando la exigencia de los besos,
sea más que un instinto necesario.