
Si hoy fuera poema,
todas las versales
comenzarían en negrita,
demandando,
cual oleaje,
la marea de letras,
ajenas a la norma,
los signos indisciplinados,
y el resurgir del verbo, cuando baten
las olas, en el acantilado de tu risa.
Si hoy fuera poema,
todas las versales
comenzarían en negrita,
demandando,
cual oleaje,
la marea de letras,
ajenas a la norma,
los signos indisciplinados,
y el resurgir del verbo, cuando baten
las olas, en el acantilado de tu risa.
La vida, hoja en blanco, mancha en tinta
entre viejas heridas como letras
se hace poema- noche, mano, abrazo
de esos que se pegan desde dentro
habitante de un verso que vestido
sabe más de mí, más que yo misma.
La palabra es errante, viajera
turista entre las líneas, que son mapa
en el verbo imperioso de la tarde
y las ráfagas perdidas de algún beso.
Tomo al abismo como propio
no temo lo profundo de sus ojos
lo insondable, lo inquieto y revulsivo
como la marea de la noche.
Camino por su pendiente, lo recorro
como parte de mí.
El vacío se me antoja líquido
maleable, efímero, volátil.
Lo observo, expectante
y le sonrío
contemplándole como una maravilla
en las posibilidades de llenarme.
Y ahora que me hablan los silencios
amo todas mis letras y mis formas
ya nada me turba,
soy yo recorriendo mil caminos
y en todos me encuentro con mi rostro.
El agua desciende suave, reposada.
La fuente de tus ojos
me susurra tu nombre en mis oídos.
Hay viento del este.
En el jardín los lirios y amaranto
se transforman en cisnes.
La mirada se queda detenida,
se hace lago el paisaje.
Iridiscente la luz se refleja.
Cuánto color para pintar tu rostro…
Y cuánto anhelo de hacerlo
tan ajeno como mío.
¿Sabes de lo que hablo?
No hay nada sensorial. Nada emocional.
Y por eso lo hay todo.
El viento es la palabra de tus ojos,
tus manos, sinrazón de mi cintura,
aliento, la pasión, la descordura
y los frutos los besos que recojo.
Y es que este amor anida en mi mirada,
la ocupa, la transgrede, la arrebata,
la torna verso, metáfora, poema,
una semilla que al polvo de la tierra
eleva al cielo abriendo una ventana
detenida en tus labios del mañana.
Viajo por tu cuerpo como errante
y me hago fundamento en tu sonrisa,
ese destello de luz que trae la brisa
y es letra entre tu nombre al completarme.
Y ya no temo decírtelo al oído,
tu cuerpo se hace templo,
yo tu espejo
y la semilla flor de primavera.
La luna se despeina entre las aguas
vistiéndose de mar. Y es tierra fértil
mientras el sol la habita
en el fuego prendido de tu rostro
Si tuviera que elegir entre lavanda,
amatista, púrpura, violeta,
me quedaría anclada en el magenta
dibujando un velero con mis ojos
Y en ese intenso tono de mi pluma
navegaría en mares color vino
Desataría olas tan celestes
para alborotar sus gotas
como granos de amarillo avena
Y mis dedos tornados en pinceles
encontrarían sentido entre los ocres
para tejerlos en color cian
abriéndose paso
en un acrílico atardecer de invierno,
que desate la cromatología
de los versos.
Una mujer deshila palabras en las redes,
mirando, ausente, triste, al mar que, malherido,
golpea sus sentidos con viento desatado.
Y ese aire de olvido, esa ausencia que hiede
parece no sostiene su mundo en un suspiro.
Sus ventanas de invierno no saben de deshielo
ni esas noches de antaño de brazos extendidos,
ni de aquellos poemas que adornaban su oído,
como tallos de rosas, como valles de lirio,
y que ahora, lejanos, se le antojan perdidos.
Más se alza una nube sobre el cielo estrellado.
Su forma le recuerda el porte de su amado
y añora aquellos pétalos que un día deshojaron,
todos aquellos besos de madera de ámbar.
Quién pudiera ser agua sobre un cabo arriado
y cruzar el abismo en un fondo de algar,
Quién pudiera ser ave y volar a su lado
hacia sus pies de luna y sus ojos de sal.
Una mujer deshila los versos en poema
y los guarda, escondidos, en un trozo de mar.
Y parió el universo contrayéndose
rompiéndose las venas,
el empujón del parto,
los dolores,
hasta que la creación tomó su forma
en las letras versadas y sinceras.
El universo admiró su criatura
y pronunció la frase, satisfecho:
He aquí la tierra de poetas
una más entre múltiples planetas,
pequeña e importante pasajera.
Aleteos de nubes que se forman,
la atmosfera, la estrofa, la primera,
y la ola del verso que indomable
trae agua al seco espíritu
y le habla
de la esencia del aire,
y la armonía que surge
y no perece
resiliente en el ritmo del poema.
Sin saber cómo ni de qué manera,
en esta evolución tan sorpresiva
nació mujer y hombre, poesía
de lo que somos hoy, a la deriva
buscando puerto de luz y buena tierra.
Cerridwen en su caldero de cerveza,
bajo la custodia de los duendes,
hizo de inspiración, sabiduría.
La promiscuidad de Baco,
y los olivos compartidos
con los cereales de Sudiri,
Dionisio, Kamui y la grandiosa Isis,
en el ombligo de todos los placeres.
Esos frutos que en el tiempo anidan
limitados, endebles y proscritos.
Sorberse a tragos,
descenderse, enarbolarse
para intentar el llenado
del recipiente roto de la vida.
Sorberse a tragos,
materia, más materia,
que vamos consumiendo a dentelladas.
Y vino el dogma,
que hizo del mito regla,
los códigos oscuros, las trompetas,
esos pilares de fuego y de misterio
prosélitos
de la justicia de los templos.
Y vinieron los tiempos de castigo,
maldito el hedonismo,
se hizo el verso vestido,
la vergüenza
de no ser más que un cuerpo
que desnudo
se exhibe impudoroso en las versales.
Y fueron convencidos narradores
de las virtualidades de la quema
de esos idólatras poemas,
que pretendían vagar,
de aliento a aliento,
sin la disciplina del juicio,
el cuerpo del delito
y la lujuria.
La narración fue épica, gloriosa,
tornando al verso
en ayuda idónea.
Los poetas que arrepentidos
buscaban transcender entre los soles,
hallaron el espíritu en el cielo
y la misericordia en el desierto.
El soplo de Sofía
insufló
una chispa en su métrica.
Y la gnosis
quiso abrir las llaves del poema,
como algo ajeno a la piel que nos recubre
como algo puro, tan lejos, tan brillante,
del espíritu femenino que destila
los olores en cada primavera.
Rellenos de ilusión
y el cuerpo alzado,
elevado hacia un tiempo prometido,
vino el dogma otra vez
a sepultarlos,
ni espíritu ni vino,
nada de eso,
también esta proscrito levitar
sobre los alambres de las nubes.
Seguir esclavos, la pauta
que asonante
nos empuja hacia dentro
arremetidos,
para gloria del poder
que les promete,
un éxodo constante,
todo exilio,
y unas monedas a cambio de silencio,
y una vacía jarra entre los brazos.
No hay más sol que el que nos quema las pestañas
cuando nos conocemos libres y poetas.
No todo es fantasía
en las palabras secretas,
ni toda realidad es verdadera,
la nada tiene forma
de luna pasajera
y el cielo calla cosas
en toda primavera.
La oscuridad alumbra
desde su vez primera
los blancos más bonitos
sobre la noche nueva.
No todo es fantasía,
porque tu boca es verde
como la hierba fresca,
tu mirada es tan blanca
que se expande y expresa,
los paisajes azules
de amapolas y fresas
El cielo sabe a rosa
cuando esconde las copas
del árbol centenario
que habitan nuestras hojas.
No todo es fantasía,
porque tu piel es verbo,
tus manos recorrido
del mapa de mis ojos,
desarmando el misterio
con incienso de lirio
y aroma de desierto
de naranjas y rojos.
Y los dos somos uno,
tal vez, “algunas veces”
cuando las olas bajan
espuma violeta
y la aurora se alza
con sus luces repleta.
No todo es fantasía.
el silencio de nubes,
la conjunción que une.
Los números son versos,
la música, los vientos
y las letras espejos.
Espejos de colores
que me alcanzan tus brazos
en paisajes sin tiempo.
No todo es fantasía,
porque tu boca es verde…
Navego entre la niebla sin vislumbrar el faro,
el mar es siempre un esotérico compañero
y en sus formas aplaca los miedos ancestrales
marcándome en espuma las rocas traicioneras.
Hace sol, me dices, el día hoy es espléndido.
Aquí la tierra firme. ¿No la ves? Son tus ojos.
Te engañan y no ven la luz de mi mirada.
Yo siempre soy profeta de mares entreabiertos,
dibujante entre olas de aquellos labios tersos,
que no dejan de amarte por mucho que la noche
te traiga la tormenta y tu mirada ausente.
La niebla va calando los huesos infantiles
y no hay ingenuidad que resista al abismo.
No hay sol, ni luz, ni tierra, ni eres un profeta
sino un hombre perdido que busca alimentarse
de todas las lunas, destruyendo mis mapas.
No creo pueda avistar la tierra si hablas a mi oído,
con absurdas respuestas que nadan en vacío.
Hace sol, me dices, mira qué bello día
ilumina las flores en la mañana abierta.
Te quiero, a mi manera. Lo sabes y te gusta
eres mi faro guía, la luz de mi sonrisa
aquella que tenías cuando nos conocimos.
Una noche cualquiera, en las aguas, perdida,
esperabas mis brazos y yo te di la vida.
Mis ojos ya no miran a través de los tuyos.
Ya veo tu tormenta, la bruma y la indolencia.
Tu vacío, tu horror y tus palabras huecas.
Avisto tierra firme. Estoy de nuevo a salvo.
Te enojas y te irritas, ¿no ves el mar del fondo?
¿No hacía un día espléndido? El cambio de estrategia.
El camino es oscuro, tú no podrás seguirlo.
Te arrepentirás de no venir conmigo.
No miro y me concentro en la mañana clara.
Tu noche sobrecoge tu mente despistada.
Explicas a la gente que estaba enajenada,
que no veía el sol, que navegaba ausente
y buscas en las aguas una nueva sirena,
que te cure esos males que yo solo he causado.
Espero no la encuentres por su bien. El destino
ya me indica el camino para este mi regreso.
Los árboles me escuchan y se abren a mi paso.
Ya veo la salida del cruel laberinto.
Estás loca, me dices, no podrás alcanzarla,
tu precisas mi ayuda, mis brazos, mi cariño.
Pero yo ya conozco que lo que tú no puedes
es amar