Un soneto para ti

para desintoxicarme de la IA, escribo este soneto para ti.

Photo by Ardit Mbrati on Pexels.com

Esta mi vida es jardín que hoy florece

una rosa de amor y de esperanza,

el alma mía con su belleza alcanza

y con su aroma presta se enternece.

Su brillante color del que enriquece

y se recrea la vista en la semblanza,

en bella mano su anhelo de alianza

fugaz y tan profundo me parece

como esta rosa es por ti, amor tan puro,

eterno pretendiente hacia tu risa

que solo por amarte yo te juro

seré un verso sincero entre la brisa

sin más deseo que tú, yo en ti perduro

como rosa que crece en tu sonrisa

Anuncio publicitario

La misma madera

   Si invirtiera las hojas del árbol de la vida

   qué sexo remarcaría su izquierda,

   quién encontraría su fundamento

    bajo el sendero de la luna,

    quién estimaría la belleza

     en los caminos del olvido

    para quién la fortuna es el amor

    por encima de cualquier éxito

    quién haría de su sabiduría entrega,

en los pilares de la misericordia.

   Si miras con ojos detenidos a tu madre,

   ella porta el cesto con todas las virtudes,

   lleva un bálsamo de olvido

   para reconfortarte en tus fracasos

   un quintal de amor, miles de pócimas de entrega

   y su mayor éxito siempre sería tu sonrisa.

   Por eso el árbol de mi estirpe

   no se organiza por género ni sexo.

   Todas sus ramas comparten

    la misma madera.

Una joven escribe

Una joven escribe- creo que es un poema-

en una servilleta de una cafetería.

Repasa con su lápiz sus versos escondidos

y dobla con cuidado ese débil papel.

Su rostro es blanquecino, se asoma alguna lágrima

perdida entre sus ojos, quizá un desamor

Me mira fijamente, notando que le observo

y en decisión abrupta arruga su poema

dejándolo en un lado del plato del café.

Se marcha presurosa, su dolor contenido

va imprimiendo la estancia ahora abandonada

de su palabra oculta y su verso de amor.

Yo recojo en silencio su servilleta triste,

un sueño que rehúye, un verso retorcido

y la leo despacio para hallarlo de nuevo

Aquí están sus versos, ese verso latido

que sorprendentemente hablaba de mis ojos.

Una mujer me mira. Tiene los ojos negros

Ella sabe que tengo prendido mi dolor

Mas cuanto más me mira, siento que tu recuerdo

se queda liberado en un trozo de papel,

no haré más versos tristes ni lloraré tu ausencia

pues hoy me siento libre, cargada de valor

para decirte adiós…

Un poema para mí

La vida, hoja en blanco, mancha en tinta

entre viejas heridas como letras

se hace poema- noche, mano, abrazo

de esos que se pegan desde dentro

habitante de un verso que vestido

sabe más de mí, más que yo misma.

La palabra es errante, viajera

turista entre las líneas, que son mapa

en el verbo imperioso de la tarde

y las ráfagas perdidas de algún beso.

Tomo al abismo como propio

no temo lo profundo de sus ojos

lo insondable, lo inquieto y revulsivo

como la marea de la noche.

Camino por su pendiente, lo recorro

como parte de mí.

El vacío se me antoja líquido

maleable, efímero, volátil.

Lo observo, expectante

y le sonrío

contemplándole como una maravilla

en las posibilidades de llenarme.

Y ahora que me hablan los silencios

amo todas mis letras y mis formas

ya nada me turba,

soy yo recorriendo mil caminos

y en todos me encuentro con mi rostro.

Paisaje

El agua desciende suave, reposada.

La fuente de tus ojos

me susurra tu nombre en mis oídos.

Hay viento del este.

En el jardín los lirios y amaranto

se transforman en cisnes.

La mirada se queda detenida,

se hace lago el paisaje.

Iridiscente la luz se refleja.

Cuánto color para pintar tu rostro…

Y cuánto anhelo de hacerlo

tan ajeno como mío.

¿Sabes de lo que hablo?

No hay nada sensorial. Nada emocional.

Y por eso lo hay todo.

Conexión

El viento es la palabra de tus ojos,

tus manos, sinrazón de mi cintura,

aliento, la pasión, la descordura

y los frutos los besos que recojo.

Y es que este amor anida en mi mirada,

la ocupa, la transgrede, la arrebata,

la torna verso, metáfora, poema,

una semilla que al polvo de la tierra

eleva al cielo abriendo una ventana

detenida en tus labios del mañana.

Viajo por tu cuerpo como errante

y me hago fundamento en tu sonrisa,

ese destello de luz que trae la brisa

y es letra entre tu nombre al completarme.

Y ya no temo decírtelo al oído,

tu cuerpo se hace templo,

yo tu espejo

y la semilla flor de primavera.

La luna se despeina entre las aguas

vistiéndose de mar. Y es tierra fértil

mientras el sol la habita

en el fuego prendido de tu rostro

Color

Si tuviera que elegir entre lavanda,

amatista, púrpura, violeta,

me quedaría anclada en el magenta

dibujando un velero con mis ojos

Y en ese intenso tono de mi pluma

navegaría en mares color vino

Desataría olas tan celestes

para alborotar sus gotas

como granos de amarillo avena

Y mis dedos tornados en pinceles

encontrarían sentido entre los ocres

para tejerlos en color cian

abriéndose paso

en un acrílico atardecer de invierno,

que desate la cromatología

de los versos.

Una mujer deshila los versos de un poema

                    Una mujer deshila palabras en las redes,

mirando, ausente, triste, al mar que, malherido,

                    golpea sus sentidos con viento desatado.

                   Y ese aire de olvido, esa ausencia que hiede

                    parece no sostiene su mundo en un suspiro.

                    Sus ventanas de invierno no saben de deshielo

                    ni esas noches de antaño de brazos extendidos,

                    ni de aquellos poemas que adornaban su oído,

                    como tallos de rosas, como valles de lirio,

                    y que ahora, lejanos, se le antojan perdidos.

                    Más se alza una nube sobre el cielo estrellado.

                   Su forma le recuerda el porte de su amado

                    y añora aquellos pétalos que un día deshojaron,

                    todos aquellos besos de madera de ámbar.

                    Quién pudiera ser agua sobre un cabo arriado

                    y cruzar el abismo en un fondo de algar,

                     Quién pudiera ser ave y volar a su lado

                     hacia sus pies de luna y sus ojos de sal.

                     Una mujer deshila los versos en poema

                     y los guarda, escondidos, en un trozo de mar.

Y parió el universo poesía

Y parió el universo contrayéndose

rompiéndose las venas,

el empujón del parto,

los dolores,

hasta que la creación tomó su forma

en las letras versadas y sinceras.

El universo admiró su criatura

y pronunció la frase, satisfecho:

He aquí la tierra de poetas

una más entre múltiples planetas,

pequeña e importante pasajera.

Aleteos de nubes que se forman,

la atmosfera, la estrofa, la primera,

y la ola del verso que indomable

trae agua al seco espíritu

y le habla

de la esencia del aire,

y la armonía que surge

y no perece

resiliente en el ritmo del poema.

Sin saber cómo ni de qué manera,

en esta evolución tan sorpresiva

nació mujer y hombre, poesía

de lo que somos hoy, a la deriva

buscando puerto de luz y buena tierra.

Cerridwen en su caldero de cerveza,

bajo la custodia de los duendes,

hizo de inspiración, sabiduría.

La promiscuidad de Baco,

y los olivos compartidos

con los cereales de Sudiri,

Dionisio, Kamui y la grandiosa Isis,

en el ombligo de todos los placeres.

Esos frutos que en el tiempo anidan

limitados, endebles y proscritos.

Sorberse a tragos,

descenderse, enarbolarse

para intentar el llenado

del recipiente roto de la vida.

Sorberse a tragos,

materia, más materia,

que vamos consumiendo a dentelladas.

Y vino el dogma,

que hizo del mito regla,

los códigos oscuros, las trompetas,

esos pilares de fuego y de misterio

prosélitos

de la justicia de los templos.

Y vinieron los tiempos de castigo,

maldito el hedonismo,

se hizo el verso vestido,

la vergüenza

de no ser más que un cuerpo

que desnudo

se exhibe impudoroso en las versales.

Y fueron convencidos narradores

de las virtualidades de la quema

de esos idólatras poemas,

que pretendían vagar,

de aliento a aliento,

sin la disciplina del juicio,

el cuerpo del delito

y la lujuria.

La narración fue épica, gloriosa,

tornando al verso

en ayuda idónea.

Los poetas que arrepentidos

buscaban transcender entre los soles,

hallaron el espíritu en el cielo

y la misericordia en el desierto.

El soplo de Sofía

insufló

una chispa en su métrica.

Y la gnosis

quiso abrir las llaves del poema,

como algo ajeno a la piel que nos recubre

como algo puro, tan lejos, tan brillante,

del espíritu femenino que destila

los olores en cada primavera.

Rellenos de ilusión

y el cuerpo alzado,

elevado hacia un tiempo prometido,

vino el dogma otra vez

a sepultarlos,

ni espíritu ni vino,

nada de eso,

también esta proscrito levitar

sobre los alambres de las nubes.

Seguir esclavos, la pauta

que asonante

nos empuja hacia dentro

arremetidos,

para gloria del poder

que les promete,

un éxodo constante,

todo exilio,

y unas monedas a cambio de silencio,

y una vacía jarra entre los brazos.

No hay más sol que el que nos quema las pestañas

cuando nos conocemos libres y poetas.