Elegía al amor constante

versos encadenados en arte mayor.

Suenan palabras tristes, tan lejanas,

y un viento que las trae y las agita,

por no tenerte cerca estas mañanas

no siente el corazón ni resucita.

Hay tanto que decir, mi voz callada

arrecia yerma sombra que me quita

el agua de la fuente luce helada

sin rebrotar su verbo como palma

en una tierra lodada y anegada

no encuentra ni acomodo ni la calma.

Difícil ser consciente del abismo

y yo no pueda ofrecerte esta mi alma,

que todo por no ser sea lo mismo.

Es el averno más frio esta tu ausencia

y me derrumbo ante este cruel seísmo

con la llama prendida en la impaciencia.

Aun así, quiero ser la fortaleza

de la pasión que nace en inocencia,

yo creo firmemente en la belleza

que habita cual vergel en tus miradas

y se eleva grandiosa en su firmeza 

en las frescas, más puras madrugadas

para traerte a mí con un suspiro

de las rosas por ti ya enamoradas.

Blanca y celeste luz cuando te miro

tan valiente, cuán ferviente, cual tu eres,

y por lo que serás, que yo te admiro

y te amo, y te amaré por donde fueres.

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Egolatría

El verso es la enredadera del silencio

Si escribir es un acto devoto

navegante

en el ritmo idolatrado de la prosa

y la indisciplinada metáfora ,

criticar el verso ajeno

sin mayor pretensión que escucharse a sí mismo

es solo un vómito

ególatra y satánico.

He conocido demasiados verbos

que solo sobreviven parasitando

la identidad ajena.

Y todavía no me explico

cómo puede pretender ser verso

aquel que solo vive

de su propia sombra.

Pretencioso sentido, mas tan ajeno

a la libertad de la palabra.

Cuántas veces es necesario guardar silencio

para atrapar la nube y ser frontera

de la naturaleza más salvaje.

Si algo enseña esta tierra

es que la mayor fantasía

es no conocerse frágil

y en ocasiones demasiado oscuro.

La misma madera

   Si invirtiera las hojas del árbol de la vida

   qué sexo remarcaría su izquierda,

   quién encontraría su fundamento

    bajo el sendero de la luna,

    quién estimaría la belleza

     en los caminos del olvido

    para quién la fortuna es el amor

    por encima de cualquier éxito

    quién haría de su sabiduría entrega,

en los pilares de la misericordia.

   Si miras con ojos detenidos a tu madre,

   ella porta el cesto con todas las virtudes,

   lleva un bálsamo de olvido

   para reconfortarte en tus fracasos

   un quintal de amor, miles de pócimas de entrega

   y su mayor éxito siempre sería tu sonrisa.

   Por eso el árbol de mi estirpe

   no se organiza por género ni sexo.

   Todas sus ramas comparten

    la misma madera.

Una joven escribe

Una joven escribe- creo que es un poema-

en una servilleta de una cafetería.

Repasa con su lápiz sus versos escondidos

y dobla con cuidado ese débil papel.

Su rostro es blanquecino, se asoma alguna lágrima

perdida entre sus ojos, quizá un desamor

Me mira fijamente, notando que le observo

y en decisión abrupta arruga su poema

dejándolo en un lado del plato del café.

Se marcha presurosa, su dolor contenido

va imprimiendo la estancia ahora abandonada

de su palabra oculta y su verso de amor.

Yo recojo en silencio su servilleta triste,

un sueño que rehúye, un verso retorcido

y la leo despacio para hallarlo de nuevo

Aquí están sus versos, ese verso latido

que sorprendentemente hablaba de mis ojos.

Una mujer me mira. Tiene los ojos negros

Ella sabe que tengo prendido mi dolor

Mas cuanto más me mira, siento que tu recuerdo

se queda liberado en un trozo de papel,

no haré más versos tristes ni lloraré tu ausencia

pues hoy me siento libre, cargada de valor

para decirte adiós…

Sophie

Quizá el vidrio pueda encerrar un teorema infinito

donde abrazarse las generaciones.

A Sophie…

Te imagino recorriendo a tientas

la galería en búsqueda del sol

que lentamente atrapaban los cristales

y mirar, con esa mirada triste,

recordando los campos de que niña

alegraban tus juegos infantiles.

Vivir ajena en un país extraño

bajo el llanto de un niño

encontrando en el cristal

la raíz propia

y la belleza de toda pérdida.

Fue el cariño a Françoise el que te trajo,

amarrada a sus brazos

y la ausencia, la que amamantó

tantas impresiones.

Otras letras musicaron otro idioma

aunque el mar del norte,

has de reconocerlo,

siempre te trajo flores en invierno,

golpeando las olas el paseo,

como el vidrio domable que hecho joya

alegraba las manos de tu padre.

Puedo ver tus pequeños y azules ojos

esbozándome una sonrisa

Sophie…

El sueño de Eva

Me imagino ante la claridad del día

rogando permiso

para descender al averno

como simple mortal.

Hay muchos que me disuaden

de esta maniobra ilusa

esa pretensión de salir indemne

para traerte de vuelta con mis ojos.

La providencia me otorgó este sueño

dando brillo a mis talones.

Y la noche se cierra, tan oscura…

Yo porto un viejo mapa, arrugado

con ajenas angustias que se pegan

hacen densa la piel y el movimiento torpe.

Luego salen de súbito espantadas

por las luminarias de mi ropa.

Descender al averno

con la pretensión de salir indemne

traerte de vuelta con mis ojos

y encontrarme de frente al adversario

para no reconocer su nombre.

El que no tiene lugar me desafía.

Yo reclamo: por mucho que aprietes mi cintura

cegarán tu vista mis talones

y haré mortal herida en tu cabeza.

Si yo soy, tú no eres.

Yo reclamo

por todas las generaciones pasadas

y las generaciones venideras.

Las larvas que se esconden tras las sombras

carecen de luz.

Cada vez que las rozo las enciendo

para que se abrasen

con un torrente de agua.

Te busco y no te hallo.

Te siento como ausente

tras la cascada de mis versos.

Y en uno de los flecos del tiempo

hay un segundo perdido.

Ese que recojo entre mi falda

ese que se hizo flor

una abertura

que me lleva a la superficie y a tu abrazo.

Despierto de mi sueño recogida

entre tus pies dorados.

Amanece suave, lentamente.

Quién observa

Observo una fotografía

Un bello paisaje donde el otoño

se abre a naranjas, rojizos

y un verde tímido, luminoso

como puerta entre nieblas.

El camino es un mar de hojas

cuyas olas rebrotan con mis pasos

amarillea la luz y se hace pura

entre sombras de blanco.

Estoy sola. Tal vez no lo estoy

Asoma una tímida palabra

entre mis labios.

Y pregunto quién observa

para que yo observe.

Imagino un espejo tras los árboles

Las hojas en un mar cian

donde las olas son verdes.

Y yo, como un haz de luz

más bien celeste

al final del paisaje.

Puede que yo sea mil mujeres

Puede incluso que tenga mil colores

reflejados en el iris

según quién observa.

Y somos

Como en un laberinto

yo,

en extremo bucle,

me imanto entre las letras

indago en su alma

reitero sus sonidos

los prolongo

deslizándolos

suavemente entre mis labios

como un beso.

Y las no pronunciadas,

aquellas

que residen dentro

iluminan un rostro

siempre calmo

principiando una cascada

donde el agua mana

y la energía reposa.

La suerte se despega

del alea,

y sus letras centrales reverdecen.

Los caminos accidentales del azar

no la seducen

balanceándose sobre su nombre

despeinando los decimales absolutos

imaginando

creándose

una imagen prolongada

para llegar a unirse con mis ojos.

Cuando me veo y te veo

en ese instante

la razón, la sin razón, la realidad, la vida

visible e invisible

todo suma.

Y somos, porque soy y porque eres.

Aunque los caminos no se crucen

y las encrucijadas interiores nos separen

seremos.

Un poema desnudo

Un poema desnudo, como un salmo

para hallar habitáculo en la roca

y no desoír a la montaña

que emerge en desafío entre tus manos

y la palabra calma de la tarde.

Es esa inmensidad de lo pequeño,

la callejuela en piedra, la escalera,

un verso que escondido entre tus ojos

hace del verbo tu nombre bendecido.

Hay luz, atardecer, que desafía

la lógica distópica del tiempo,

cuando la paz nutre la ventisca

y tu mirada es reina entre la espíritu.

No hay desasosiego,

el agua en calma

va comprendiendo el paso que ligero

envuelve todo, y lo trae de nuevo

un abrazo de amantes desde dentro,

para recorrerte en el recuerdo.