La vida, a veces, nos sitúa al borde de un precipicio. Y nosotros, no pocas de esas veces, no nos ayudamos mucho, embaucándonos tras la queja o la desesperación. Para esos días recupero un poema que escribí hace tiempo.
Nada es igual que ayer
al menos, como hoy lo ves,
lo que se va y lo que viene,
lo que fuiste y lo que tienes,
Nada es igual que ayer
Ves, tu cuarto, huele a menta
y esa luz que hoy alimenta
los rincones, las macetas,
y que tu cuerpo perfila,
entre tonos violetas
se tropieza con las lilas
que asoman a tu cintura,
lo ves, ya se fue la duda
y también esa amargura
Nada es igual que ayer.
Porque el dolor ya se fue,
al menos como hoy lo ves
Nada es igual que ayer.