En algún lugar de mi paisaje,
habrán quedado instaladas,
aquellas botellas que nos bebimos
en la borrachera de tu ausencia.
En algún lugar,
tal vez muy próximo,
a la nube donde depositamos
los jadeos de mayo
y la brisa,
en la espalda de abril.
Imagino rescatar su envase,
elevarlas en altar
descolorido,
la pose otros tiempos,
en palabras,
que quedaban impresas al oído.
Y beber de nuevo
sus brebajes,
indómita en tu piel
y sedentaria,
en la laguna de tus pensamientos.
Dos botellas de alcohol
que derrocaron,
tu noche,
y mi cordura,
dos botellas, y un día
en penitencia,
descosidas
sobre la ropa,
como un emblema viejo,
como el mantra
oxidado
e incrédulo que no quiere desasirse,
de tu nombre