
Hay cosas sencillas, cotidianas,
que emergen en todos los paisajes,
un pequeño jarrón, las flores en un patio,
la diversidad caótica del tráfico,
un beso para ti,
aquella mirada
y el imponente palpitar del fruto
de un naranjo.
Y, aun así,
persistimos en buscarnos en conceptos
con complejas palabras enredadas
en la maraña de nuestras propias ausencias.
No es posible entender la vida
sin vivir apegado a la realidad más perceptible.
Ni la vacuidad del universo,
la nota primordial,
el símbolo del tiempo,
la divagación finita,
puede llevarme
a tus labios
si me ausento.