Cartas desde la caverna

Miguel Altiere, quiere dirigirles una nueva carta. Dice que ha estado meditando mucho esta semana. Está muy agitado, mueve las manos sin parar y quiere que todos salgan de sus casas con un farol para alumbrar su caverna. Dice que nunca podrá ser totalmente iluminada si todos ustedes no encienden su luz.

Tú eres único/a. Puede haber alguien parecido, quizá te parezcas mucho a tu padre, tu madre, tu hermano…Pero aun así eres único/a. Siempre hay algún rasgo, complexión, gesto, que te diferencia.

Esa diferencia no es solo física. Es también mental, en tus capacidades y habilidades.

Puede que muchas de tus ideas sean parecidas a otros, incluso las mismas, pero la forma en la que las entiendes, cómo las expresas y lo que concluyes de ellas es único. Cada persona aporta siempre una visión diferente.

Como eres único/a puedes hacer cosas únicas. Deja de cortar y pegar. Deja de reescribir o copiar lo que han dicho otros. ¿No conoces el tema? Infórmate y medítalo. Atrévete a expresar lo que piensas. Sea más elaborado o no, aportará una particular visión, la tuya.

Alabas a las personas que hacen cosas únicas porque tienen éxito, en el trabajo, en sus relaciones, en sus inversiones, en sus intuiciones…

Pero no es un secreto. Tú también eres único/a y puedes hacer cosas únicas.

¿Y por qué otros únicos/as tienen éxito?

Porque actúan. Porque las hacen realidad. Fracasarán alguna vez, o muchas, pero seguirán haciendo cosas únicas y obtendrán éxito en alguna.

¿Y qué nos diferencia a los demás de aquellos/as que hacen cosas únicas?

Que tememos no ser capaces de hacerlo.

Así que actúa. Lánzate a la vida. Experimenta. Sé único/a.

Si piensas que no puedes hacerlo, deja a tu vocecita interior de lado y pruébalo. Te ruego que saques tu farol a la calle y ayudes a iluminar esta cueva oscura.

No escribo esto como un consejo de autoayuda, sino como una necesidad. Estoy harto de alumbrar solo esta caverna oscura. Todos dependemos de todos. Precisamos que los demás aporten su lado único.

Un mundo en el que se pierden tantas cosas únicas porque muchos/as no confían y no se atreven a hacerlas, no es el mundo ideal. Nos estamos perdiendo algo mejor. El mundo puede ser mejor si todos aportamos nuestra forma única de mirarlo.

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El espejo de Margarita

Margarita se desconocía. Muchas veces no confiaba en sí misma y daba vueltas a las cosas, pensando no hacía nada bien. Siempre tenía un fallo que recriminarse. Ella estaba acostumbrada a complicarse la vida. Estudió dos carreras universitarias a la vez. Emprendió un pequeño negocio y a primera hora de la tarde daba clase en la universidad. Y todo ello compaginado con la crianza de dos hijos, para los que siempre reservaba las tardes, desde que salían del colegio. Era una madre cariñosa y presente, aunque en ocasiones, lo reconocía, cuando llegaba la noche se sentía desfallecida. El padre de sus hijos, desde el divorcio, se había convertido en un padre ausente.

  Un día, embebida en esa carrera vertiginosa por hacer todo al mismo tiempo, decidió darse un respiro, para pensar qué cambios podía hacer en su negocio. La pandemia estaba afectando de manera considerable a sus ingresos. Y en esos momentos de incertidumbre, tuvo una pequeña crisis de ansiedad. Sintió como si el esternón se le hundiera hacia dentro, con un dolor punzante y una sensación de ahogo constante. Cuando en la consulta de urgencias le comunicaron que era una crisis de ansiedad, no daba crédito. ¿Ansiedad?, yo nunca tengo ansiedad, pensó.

 Aun así, se dejó convencer por sus amigas y decidió acudir a la consulta de una “coach”, para ver si podía mejorar su rutina. Las entrevistas con la psicóloga no fueron tan gratificantes como pensaba. La coach hablaba muy acelerada y afirmaba estar muy ocupada, tener que hacer muchas consultas y nunca tenía tiempo para completar la media hora que, por otra parte, Margarita pagaba por anticipado.

 Está muy ocupada, decían. ¿Ocupada?, ¿y qué justificación es estar ocupada? Se preguntaba. Ella nunca retrasó un contrato, ni falló a un compromiso. Le comentaron que su coach siempre llegaba tarde a la consulta. Empezaba tarde y las citas se le agolpaban, debiendo reducirlas. Margarita no entendía por qué no reducía el número de citas y cumplía sus compromisos, si no podía abarcarlo todo.

 En ese momento comprendió que ella sí estaba muy ocupada. Y aun así sabía gestionar los tiempos. Dejó a la coach con la palabra en la boca y dedicó toda la tarde para sí misma y sus hijos. Respiró, tomó confianza. Saldría adelante.

 ¿Cuántas buenas cualidades tienes que no reconoces?

  A veces es necesario un espejo en el que se reflejen nuestras capacidades y cualidades positivas.