
Doy entierro a la palabra queja,
mastico mis dolores conociendo
que mi propia oscuridad me compromete.
Cierro la caja de pandora,
el cajón del victimismo,
el retratar el dolor por el dolor mismo.
No escribo para sanar heridas
no escribo siquiera para que tú me ames,
ni para recordarte el daño que mi mente
piensa que me has hecho,
ni siquiera para transitar por la tristeza
o clamar al viento que me traiga bendiciones.
Escribo para retratarme viva
asumiendo el camino,
tus errores, los míos,
los que vendrán mañana,
y aquellos que perviven
cuando el ocaso
visita nuestro lecho.
Nadie está completo
sin apartarse del odio propio.