
Quien busca la luz
tras la cáscara de su ojos,
no grita a hora inoportuna.
Conoce que es amarga
la vid que no madura,
que no hallará el fuego
que queme los rastrojos
sin antes despertar
con otra luna.
y puede abrir el cielo
para no hacer costura
de propias cicatrices,
recolocarse fuera,
y visitar la duda,
ajena a los barnices,
sin puntos de sutura.
Desciende aquel abismo
donde mana y se fragua
la fuente de uno mismo
a bendecir el agua.