Sueña con lo bueno, que yo te lo confirmo.

Siempre he tenido la idea de que necesitamos que cada vez más gente sueñe con cosas buenas. Pensar que es posible, quizá nos las acerca. Vendrán caminos oscuros, piedras, traiciones, lugares desérticos, pero una mirada es capaz de cambiar los corazones de todos. Puede parecer infantil, pero a la vez es profundo. Cuando miramos todo con buenos ojos, la realidad cambia. Es más brillante. Diferente.

Un día oí hablar de un maravilloso personaje, capaz de cobrar múltiples formas. Tiene unas manos grandes y un cuerpo muy pequeño. Dicen te visita cuando sueñas despierto para hacer que tu sueño se haga realidad. Muchos piensan que no existe, otros que es un duende, otros un enano y algunos dicen que es un ángel. Yo creo simplemente que es una proyección de nosotros mismos. Esa sabiduría, nuestro anclaje primordial, que llevamos dentro. Sueña, y yo te lo confirmo.

Las ciudades de asfalto son un desierto extraño,

ajeno a las promesas de eternos buenos frutos.

Todo se simplifica, como en una línea ausente

que cuando invade todo distorsiona la imagen

y no nos deja ver la fuente de la plaza,

la sonrisa de un niño jugando en los portales,

ni la palabra amor entre labios amantes.

Pero una vez, os cuento, conocí un personaje

capaz de iluminar las más oscuras cosas.

Confía, me decía, existe una palabra

que abre los palacios y nos conserva libres.

No te quejes de las piedras que haya en tus zapatos,

ni envidies los senderos que le sirven a otros.

Si quieres algo suéñalo, que yo te lo confirmo.

La verdadera magia reside en nuestro interior. Sueña.