El sueño de Eva

Me imagino ante la claridad del día
rogando permiso
para descender al averno
como simple mortal.
Hay muchos que me disuaden
de esta maniobra ilusa
esa pretensión de salir indemne
para traerte de vuelta con mis ojos.
La providencia me otorgó este sueño
dando brillo a mis talones.
Y la noche se cierra, tan oscura…
Yo porto un viejo mapa, arrugado
con ajenas angustias que se pegan
hacen densa la piel y el movimiento torpe.
Luego salen de súbito espantadas
por las luminarias de mi ropa.
Descender al averno
con la pretensión de salir indemne
traerte de vuelta con mis ojos
y encontrarme de frente al adversario
para no reconocer su nombre.
El que no tiene lugar me desafía.
Yo reclamo: por mucho que aprietes mi cintura
cegarán tu vista mis talones
y haré mortal herida en tu cabeza.
Si yo soy, tú no eres.
Yo reclamo
por todas las generaciones pasadas
y las generaciones venideras.
Las larvas que se esconden tras las sombras
carecen de luz.
Cada vez que las rozo las enciendo
para que se abrasen
con un torrente de agua.
Te busco y no te hallo.
Te siento como ausente
tras la cascada de mis versos.
Y en uno de los flecos del tiempo
hay un segundo perdido.
Ese que recojo entre mi falda
ese que se hizo flor
una abertura
que me lleva a la superficie y a tu abrazo.
Despierto de mi sueño recogida
entre tus pies dorados.
Amanece suave, lentamente.
El sueño

Dentro de mí percutían unos versos abruptos. Sentía dolor e impotencia. Mi imaginación, sin embargo, me llevó por otros derroteros.
He visto una mujer alada, de sonrisa apacible y armoniosa. Una mujer de piel brillante, traslucida como un espectro, bendecida por el torrente de las aguas.
— Vengo a hablar por todas para todas — dijo.
Su voz apaciguaba mis oídos, era calma, tan cálida, como una estrella.
— No temas, no vengo a anunciar mares apocalípticos, ni hablar de dogmas ni ausencias. Habitaré vuestros sueños hasta que despierten las palabras de los árboles.
Mi dolor percute como un fuego extraño y la gravedad se oculta en el paisaje. Todo flota. La materia es elástica, como una goma espuma. La miro y todo se recompone.
— No dejes que el dolor te paralice. Escucha, no hay nada sincero en este viento maldito que acobarda las murallas de la tierra. Los tambores de guerra rezuman por dentro, están podridas las trompetas de la ira.
— El príncipe de la mentira ha usurpado el trono desde el comienzo de los tiempos — dije.
— Los hombres, han sido los hombres, aquellos que se regocijan del sacrificio de la sangre ajena. Recuerdas, esos templos con cimientos bañados por la sangre inocente. Ese olor maldito, con muchos nombres, bajo muchos cuentos. Son los hombres. La luz no precisa de sangre para regalarte sus ráfagas generosas.
— Pero tú no eres humana…
— La piel que tu vistes lleva un sello de olvido y debes desasirlo de tu ropa. Mira…
Su mano ligera me señala un árbol. Y se abre su copa como si fuera un abanico. En ella veo una hoguera, gritos, el dolor de inocente. Veo gente alrededor, mucha gente.
—¿Quién si no es un depravado puede presenciarlo?
— Respira — me dice —Y toma aire.
Me trago el fuego como si fuera un faquir. Y se pegan pedazos del tiempo. Las quemadas alcanzan la indulgencia del agua, renaciendo entre cenizas.
— Reconforta poder hacer eso, pero quién podría…
— No preguntes con los ojos clavados en la estaca de los vampiros de sueños. Eres mujer, rebelde, manzana y universo. Nuestro útero es un maravilloso ejemplo de esa vertebral formación. No dejemos que nuestros hijos pasen por el fuego de ningún dios humano, de ningún poderoso. Ya comimos el fruto de la ciencia. Ahora vamos por el árbol de la vida. El custodio es solo un holograma, porque el verdadero fruto lo tenemos dentro.
No se trata de ser inmortal, pensé. Se trata de ser rebelde a toda violencia. Y siguió el dolor percutiendo versos abruptos, pero fuertes en rebeldía.
Viaje astral

Hay veces que no vivo, que me ausento
hacia un viaje extraño e infinito.
Me abandono y me dejo, me despego,
como no queriendo verme, por no ver
aquello que es exilio de mí misma.
Y así juego, entre luces violetas,
quizá también azules,
y aquellas del blanco más intenso,
a traspasar galaxias pixeladas,
en una panorámica de estrellas.
Y cuando ya regreso a este camino,
los pies en la tierra son amargos,
nada vibra a mi paso, no me encuentro
en ninguna de todas mis versiones.
Cuando se es extranjero en tierra propia,
ninguna conversación es conectable,
y digo que no importan sus vestidos,
ni los metales que engalanen sus arrugas,
ni cuanto es su juventud, tan pasajera,
ni cuánto su olvido…
En esta madurez me resiento
como un adolescente desubicado,
buscando la tarde, regazándome,
para ver el sol anochecido…
En la página en blanco de wordpress,
le doy a publicar, desnudo el verso,
y me conecto, de nuevo a mi viaje.
Y una voz se alza en el silencio,
quizá nazca en la nada,
quizá sea yo misma
para conminarme
que traspase la espiral de mi lamento:
La soberbia siempre se recoge
en los peores trozos de uno mismo.
No debo ignorar
que percibirse alejado, ausente, otro,
es solo un espejo que revuelve los sentidos,
pues cuando se halla la luz,
nada es necesario
y todo resulta suficiente.
Resucita. Toma las riendas

La tierra desangrada es una tierra extraña,
demasiado agria para sentirla propia,
cruentos, limitantes, parecen sus designios,
y la luna se amarga sobre un cielo en silencio.
Y eres tú quien decreta un terrible castigo,
Imaginando naipes de tela descosida,
remendados de alambre, y esposas que subyugan.
El miedo te acobarda, y la mirada calla,
el paso se detiene, y esa tierra atrapada,
va trabando grietas en los propios zapatos
y acaba contagiando a nuestras propias manos.
Caemos sobre el suelo, donde el árido fruto
apenas ramifica y todo sobrecoge,
el cuerpo se hace rígido, se toma por emblema
un estandarte roto por ajenas batallas,
los ojos desconectan, no sueñan, no respiran
aquel tributo fresco de cada primavera,
nos dejamos perder y por perdidos somos,
agitando ese vórtice de extremos insondables.
Y sabes que te digo, levantemos el paso,
si el pasado no es, tampoco lo es el límite,
no parece sencillo, pero por eso mismo
es tan solo un engaño que te deja perdido.
Tienes piernas y brazos, estamos preparados,
podemos alcanzar aquella fuente de agua
y regar las entrañas desangradas y fieras,
para que reverdezca de nuevo la esperanza,
Pues sabiéndose vivo ya no hay reto que anule
la suave templanza de un silencio nocturno
tu futuro ya es tuyo y tuyo es este vuelo,
las flores de tu cuarto, el jardín de tus ojos,
el café de la tarde, el abrazo de amigo,
y ese beso que eterno deposito en tu oído
para que tú me escuches cuando yo esté perdida,
para que tú me busques cuando tú estés perdido,
y seamos sustento de lo que no fue escrito.
Reflexiones de media tarde y un poema
Si bien la crítica activa, siempre desde el respeto, el cariño y las buenas palabras, puede ayudarnos a mejorar, la toxicidad del reproche convierte las relaciones en una solera de cemento en la que no pueden crecer las flores.
Pienso que la frase “he dicho lo que pensaba” a veces no es tan positiva como nos parece; no hay que decir siempre lo primero que se te venga a la cabeza, lejos de ser sincero- no lo es a menudo porque está contaminado por la ira, la rabia o el dolor- es más bien imprudente cuando no se ha medido el daño que pueden provocar las palabras.

REPROCHE
A veces somos fuego en artificio.
Las artes de defensa son crueles
y acaban desgastándonos los ojos,
de tanto mirarnos hacia fuera.
En el camino del reproche
no existe lugar para acomodos.
Es mejor abandonar la tierra,
estirar las manos protegidas
y regar tu semilla bajo un árbol,
resguardado hacia el sol.
Muchas veces rectificar implica,
entender que muchas lecciones de la vida
no son siquiera precisas.
Nada es tan importante
que merezca se te arrugue la sonrisa.
No importa lo que piensen, lo que digan,
ni siquiera lo que hagan.
El resto es un espejo
en el que habitan
nuestros propios miedos.
La paradoja es que, sin superar el miedo,
nunca podremos comprenderlo.
En el cemento no crecen bien las flores.
¿Ya lo has visto? La luz es diferente
según donde se mira.
Oscura

Oscura está la plaza, nadie hay.
Nadie juega a la comba en sus esquinas,
ya no suena el bullicio de sus días,
en sus ensordecidas marquesinas
Oscura está la calle y la salida.
oscura, siempre ha sido y resiliente,
oscuridad de siempre, detenida,
a quedarse en la sombra de mis idas
y regresos a vueltas con la vida.
Oscuridad sobre mi cuerpo ausente
encallado en la piedra de la herida,
oscuridad que reta y que levita
oscuridad, ya sombra, ya batalla
oscuridad, manando, donde halla,
una plaza desierta y apagada
una noche cualquiera ensimismada
y un recuerdo de amor.
Oscuridad de luz,
la nada ausente,
son tus labios el fuego primigenio
la verdad no verdad
y el sueño eterno,
y el despertar sintiendo que te siento,
ese tacto suave de tus manos,
y la palabra omitida de los vientos.
Lado oscuro
En ocasiones todo parece salir mal. Nos sentimos emocionalmente heridos y descendemos, con nuestros demonios, a los parajes más oscuros de nuestros miedos. Podría haber hecho, debería haber hecho, no lo debí permitir, tendría que... Este poema habla de ese momento en el que ya estamos cansados de ese martirio. Decidimos abandonar la tiranía de nuestra propia mente y ya no nos importan sus machacones mensajes de culpa o de rabia Y, curiosamente, en este momento, comenzamos a sentirnos mejor. Hay veces que la oscuridad es la que nos permite ver la luz.
Reinvento ese grito,
que me abrasa,
pues no hay brebaje que calme la comezón de mi piel,
ese purito intenso que da bienvenida a la noche,
para encender las luces de la lámpara.
Siento
que en esta historia me he perdido algo
y no soy capaz de seguir el hilo,
la trama se revuelve insomne
entre mis propios ruidos.
Demasiado drama para una comedia,
quizás tenga detrás un muerto viviente,
para revelarme mis debilidades.
Un thriller psicológico me empuja
a enlatar las emociones.
Y es curioso, en realidad, me siento bien
ya no me importa que la lava caliente mis pies,
o que no exista conjuro que me rescate
de esta vuelta sin billete de ida
a mi particular infierno.
Hoy me quedo en este lado oscuro,
resiliente a la sombra de mis ojos,
para el regocijo de la luz.
11 de abril: Soltamos. Sentirse suave
Siéntete,
suave,
siente
una brisa ligera sobre tu nuca,
llamándote,
a soñar.
Siempre has querido imaginarte
flotando sobre un gran algodón,
una nube terrenal
en la que recostarse y arroparse
y sentir su tacto,
esponjoso,
sobre la piel.
Su tacto
amortiguando el peso,
la carga, el oleaje
de la marea de estos días.
Imagina como flotas,
sobre un cielo cálido,
sin gravedad,
sin pensar, solo estando,
en el palco suave de los sentidos.
Imagina
transitando los cielos,
mientras abrazas un instante
y el tiempo te devuelve la sonrisa.
Nada es pesado,
inhalando
exhalando,
momentos.
Suave.
Imagina que puedes trasladarte entre un bosque de nubes; que eres ligero, ligera, porque has soltado todo aquello que te oprimía. Cuando abras la ventana de tu mente y puedas alcanzar aquel castillo, ya no estará encadenado. Flotará, sin gravedad, ligero. Tú lo habrás liberado y te habrás liberado. No hay cargas. El futuro no pide cuentas ni reproches. Desata las cadenas. Tu fantasía se hará en ti, libre, suave…sin peso…soltando…
Constrúyete.
Y construiremos un mundo mejor.
Cuidaros mucho.
4 de abril

Me gustaría prometerte un arco iris,
que ilumine tus días,
apalabrarte la esperanza,
en un contrato de versos musicados.
Sin embargo,
yo no puedo negar la oscuridad que nos visita,
y sucumbo, cada tarde, en el pánico
la ausencia de respiradores,
enfermos y un triaje
anunciado por la partida de nacimiento.
Me gustaría decirte que resistas,
que vendrán lunas y soles, y mañanas,
y volverá la cotidianidad de las caricias.
Sin embargo,
mis manos,
se sienten impotentes,
tropezando con el cristal de la mampara,
la protección que nos separa,
la máscara del miedo.
Y me desangro,
por no encontrar cordura en cada tarde.
No tengo el medicamento,
ni la vacuna,
que permita resucitar a nuestros muertos,
solo me queda rezar,
pedir clemencia
y que la diosa naturaleza nos ampare.
Te podría decir que este verano,
volverás a reír, tendrás amores,
desvestirás el alma y serás fuego,
en las hogueras de junio, en el solsticio.
Y ello será así,
sin duda.
Después de la tormenta, siempre amaina,
pero tendremos pérdidas,
demasiadas,
y todavía no puedo quitarme las lágrimas
que ya anidan de forma permanente
en la ventana.
Pudiera pedirte que te unas
al alarido de mis gritos,
las inclemencias de los inocentes
y que cuando esto termine,
no cierres tu ventana y vuelvas a irte al bar,
como lo hacías ordinariamente,
te pido tengas presente,
que habrá alguien caído,
al que dar la mano,
alguien al que levantar,
alguien que sanar,
alguien que cuidar,
y ese es el lenguaje en que se imprime
la verdadera resistencia.
La verdadera resistencia…
ya lo veo,
nos daremos la mano y,
ese sí puede ser nuestro arco iris.