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Cuando el Guerrero pega sus ojos a la espada
piensa que es complicado reconocerse fuerte y a la vez débil
Pobre fortaleza de aquel a quien todo se lo exigen
y nada le disculpan.
Cuánto daría por un mendrugo de pan caliente de sonrisa
por un anochecer agradecido
Acurrucarse sin armadura, sin silencios
Bendiciendo no tener que volver a rendir cuentas
Caminando entre la luna