Era una discusión intrascendente. De esas en las que es mejor no entrar. Dónde colocar un determinado mueble.
Déjalo estar, dijo ella, colócalo donde tú quieras. Ya está.
Sin embargo, mientras él colocaba el mueble con una ceguera inaudita, ella dejaba desangrar sus emociones.
Lo había visto. Su mirada fija, desafiante, de odio.
A partir de ese momento las cosas no fueron igual, por mucho que cada noche acariciara su cuerpo.
Se marchó un día de junio.
Él siempre dice que no se explica el motivo.
Quizás estaba loca.
Las personas sensibles captan la profundidad de los sentimientos del otro, no le engañan las palabras. Ella supo en aquel momento lo poco que él la amaba de verdad.