El sol entra con fuerza a través de la persiana de la habitación de Marvin, el niño marinero. Hace calor. Ese ruido machacón del ventilador de techo de su abuela anunciaba que ya era de día. Marvin se levantó de la cama con energía, de un salto, como lo hacen los niños, deseando planear su nuevo día. Había quedado con Mabel, su hermana pequeña, para pescar.

        Mabel llama insistentemente a la puerta. Vamos, vamos, que ya es muy tarde. Marvin no se hace esperar y ambos niños se dirigen hacia el pequeño dique que, años antes, había construido su padre. Allí, caña en mano, se sentaron sobre una piedra plana, esperando el fruto de la pesca. ¡Ha picado, ha picado! exclamó Marvin, mientras sujetaba con fuerza la caña. Cual fue su sorpresa cuando al tirar, lejos de toparse con un pez lo hizo con un zapato viejo, marrón, abarrotado de algas. Mabel no podía parar de reír.

        Pero ese zapato era más que un zapato. Tenía un mensaje escrito en su suela que decía: “Venid a la playa”

        Los niños asombrados por un mensaje tan desconcertante decidieron, sin embargo, ir a comprobar si algo les esperaba en la playa. Y eso fue lo que pasó. Encontraron el otro zapato y en su interior, dos pulseras de caucho con una pequeña pantalla en la que se reflejaba un emoticón sonriente.

       Qué desilusión, unas pulseritas, si al menos hubiesen servido para contar pasos. Toda la magia se había desvanecido en un solo momento. Vaya mensaje más estúpido.

       Aun así los niños decidieron ponérselas y una vez la tuvieron entrelazada a su muñeca, comprobaron que eran algo más que unas pulseritas. “Hacia la roca rojiza” vibró intensamente la voz de Sweeney.  ¡Sweeney! su  querida hermana. Desde que se había marchado de la Isla no sabían nada de ella ni de su papá.

         Enfocando las pantallas al centro de la roca se formó un holograma con la imagen de su hermana. ¡Qué bella estaba!

         ¿Cuándo vendrás, Sweeney? Te echamos de menos.

          Todavía no es posible, niños,  estamos atrapados en la dimensión terrestre del siglo XXI. Menos mal que ayer hubo tormenta y he podido aprovechar su vibración para abrir esta puerta y al menos, veros. Queda mucho por hacer. Prometedme que vais a cumplir escrupulosamente lo que os voy a decir. Es muy importante que cerréis bien las puertas de la Isla y no confiéis en nadie, en nadie, os digo. Desconfiad de todo lo desconocido, aunque sea un juguete de peluche.

          Prometido, dijeron los niños. Pero, tú, tú, tienes un desconocido detrás. ¿Quién es ese que se ve a lo lejos? Preguntó Marvin.

           Se llama Reten21 o algo así y papá lo contrató para que me cuidara.

          ¡Qué locura!, si tiene pinta de no enterarse de nada, aseveró el niño

           Pues eso, pues eso, afirmó Sweeney, mientras se despedía con su mejor sonrisa.

          Cuando se evapora un holograma queda un campo gravitatorio diferente y hay que tener cuidado de no enroscarse en el pequeño remolino que se forma, pues podrías caer de bruces contra las rocas.

         Corre, advirtió Marvin a Mabel, pero la advertencia no tuvo éxito. Mabel se quedó tan absorta que acabó atrapada por el remolino, el cual rebotó a la niña contra la arena.

           ¿Estás bien Mabel? Si, dijo la niña, sacudiéndose las arenas.

        Lamentablemente el enrosque con el remolino no sería inocuo, porque ciertas partículas acabarían pegadas a la piel de Mabel, con una vibración imperceptible, pero real, al fin y al cabo.

         Ignorantes de tales consecuencias, Mabel y Marvin, se quedaron jugando en la playa hasta la hora de comer.

2 comentarios en “Isla Mariña/ Sin rumbo

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