¿Reten21? ¿Qué nombre es ese para un hombre? preguntó Sweeney, clavando fijamente la mirada en su nuevo cuidador.
No me llamo Reten. Es un alias para internet. Mi nombre es Alejandro, Alex, mejor. Así me llaman todos, Alex.
Vaya, no sé si me gustaba más Reten21, creo que te seguiré llamando así si no te importa, Alex frunció el ceño y contestó ¿Y Sweeney? ¿Qué nombre es ese para una chica? ¿No es un nombre de chico? ¿No eres española?
Digamos que soy ciudadana del mundo. En cuanto a mi nombre, elección de mi padre. Él dice que nos ha puesto los nombres que se identifican con nuestra misión. Siempre pronuncia la misma frase cuando se lo pregunto. “el nombre hace tanto o más que la voluntad”.
¿Misión? ¿Qué Misión? preguntó Reten21. Quizás ser maravillosamente dulce, contestó Sweeney y acto seguido sonrió.
Alejandro, nuestro Reten21 pensó que quizás estaba pretendiendo razonar con unos “medio-tarados”, pero no tenía donde pasar la noche, por lo que era mejor callarse. Al día siguiente pensaría bien lo que iba a hacer.
Cuando estaba felizmente recostado en el viejo camastro del almacén, con los ojos prácticamente cerrados, fue sorprendido por la voz de Sweeney. Venga vamos, no pretenderás dormir ahí….venga… La chica tomó del brazo a Reten21 y se dirigió directamente hacia un muro de un almacén. Reten se detuvo. ¡Que nos vamos a chocar! exclamó, frenando en seco, mientras delante de sus ojos se abrió una puerta de acceso a otras dependencias.
Ya no sabía si era un sueño, una realidad o una locura. Se pellizcó, y de verdad sentía, Miró su reloj, las agujas giraban bien. Y ahí estaba él, no dando crédito a lo que veía. De las indigentes y viejas dependencias del visible almacén, se pasaba a otras que parecían de ficción, una dependencia circular que daba lugar a otras muchas con puertas numeradas a modo de hotel. Ocuparás la habitación 21, como tu nombre, le dijo Sweeney. Al fondo está el comedor, cenaremos a las nueve. Tienes ropa limpia en tu cuarto y todo lo necesario para tu aseo.
Ahora sí que quería huir, pero ya era tarde, quizá. Una voz de mando desde lo lejos y un sonar de pasos acompasados le evidenció no estaba solo, ni mucho menos. Los guardianes del Principio- dijo Sweenwy-no temas, son ruidosos, pero buena gente. Es su ronda habitual. Es una escuadra de las comandadas por mi hermano Jano.
¿Jano? ¿Hermano? Si, dijo Sweeney, hermano. Somos siete, como nuestras siete sagas. Alana, Brais, Jano, Marvin, Mabel, la chiquitina, y yo que voy justito detrás de Jano. Al mayor no le conocimos. Sé que mi padre lo estaba buscando, porque lo raptaron recién nacido. Es necesario que comande su saga.
¿Sagas? Se supone que si sois hermanos pertenecéis a la misma saga ¿no?, preguntó Reten21. La hermandad no implica siempre lo mismo, afirmó Sweeney, al tiempo que le preguntó cuál sería la suya. La mía, dijo Reten21, yo no tengo saga. Sweenwy, no me vuelvas loco, suplicó.
Reten21 se detuvo unos minutos mirando al muro, lo que llamó la atención de un guardián corpulento, el cual se acercó advirtiéndole que no se podía cruzar, con un contundente “Ni lo intentes”. Por la noche se cierra y es imposible hacerlo- afirmó el guardián- Mañana será otro día. Pero yo ni siquiera lo haría, para lo que hay que ver, siempre el mismo lugar, siempre el mismo tiempo, siempre el mismo día. Menos mal chaval que no repetimos en “deja vu” la misma secuencia. A ver si llega el ingeniero y esto se repara, sino me voy a volver tarado.
Acto seguido se marchó, quedando Reten21 más desconcertado que nunca.
¡Bieeen! Adelante, sigue asi
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