Llegaste malherido,
con la herida sangrante de una batalla interminable,
en el grial de tus sentidos.
Te ofrecí el silencio de las cuevas
el canto visionario de los pájaros
y la palabra
cual magia
sobre la palma de mis manos.
Puede, la poesía, tal vez, desenmascarar el secreto,
clamar a tierra abierta
y retraerte en delirio cada noche
mientras entremezclamos identidades,
puede, tal vez, ser luz y profecía
sobre la raíz del árbol fértil
que hace tintinear todas las campanas
cabalgantes
sobre la noche de los tiempos.
Y mientras dormitaste sobre mi regazo,
creo que comprendiste,
que no eras bardo errante
sino fuego
maleable a la materia de los versos
Aun te espero.
Sé que regresarás con la rama de oro,
la gran rama,
de la estirpe de todos los poetas.