
El otoño imprime sonrisas pasajeras sobre la belleza de un nosotros
El otoño imprime sonrisas pasajeras,
viajantes al mundo inanimado,
que guarda nuestros sueños no cumplidos
cuando el yo no se aguarda ni arremete
turbando la serenidad de los paisajes.
El otoño descarta sensaciones,
deshilando los cosidos del miedo,
ropaje en colorido y rompeolas,
un sol intermitente entre las nubes
y un paraguas para resguardarse
del traqueteo de la vida.
Sobre el suelo se esparcen los secretos,
que quedaron perdidos, silenciados,
en el anhelo amarillento de sus hojas.
Ocre sobre el pastel de cumpleaños,
las velas se resisten a apagarse,
queriendo ser parte de la quema
de la nueva cosecha renacida.
Nadie nos encontramos a nosotros,
las múltiples preguntas,
la respuesta cambiante,
que calibra
la luz de octubre
sobre dimensiones escondidas.
No sé dónde estoy,
si arriba o abajo,
si levito,
no existe acomodo ni esplendor,
ausente de misericordia.
Misericordia propia.
Comprenderse.
Y desligarse
de la solera que resta
labilidad a la existencia.
El otoño imprime sonrisas pasajeras,
cuando desnuda la mirada
en la belleza de un nosotros.
Si nacemos limitados e incompletos,
el deseo de hallar nuestra otra parte,
es tan humano,
como el error de asirse
a cualquier barandilla de promesas.
Nadie está preparado para un viaje al otro,
si juega a esconderse entre las cáscaras.
Es tan cruel el miedo como emborracharse
con las uvas del éxito.
Quizá este viaje sea solo un prólogo
siempre defectuoso
para retozarse entre las ropas
y poder arder por dentro sin ambages.
Maravilloso poema, Pilar.
Fuerte abrazo.
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Gracias Rimas. Un aliento tus palabras. Un abrazo!
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Maravilla
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Gracias!!!!!!!!!!!!
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