
He quebrado las patas de la mesa
ya no hay espacio para comensales,
ni peces, ni vino,
ni siquiera uvas,
para una agradable sobremesa.
Los cubiertos no encuentran mensajeros,
mientras una gaviota,
busca carroña en mi basura.
La observo detenidamente,
desde la ventana,
preguntándole,
por qué tantas veces,
avistamos mar abierto
y nos conformamos con un patio soleado.
La necesidad de supervivencia
es un programa reactivo,
que se enreda en el camino fácil,
sin hacernos conscientes,
que ya es hora, ya es hora,
de sobrevolar el laberinto.
La lluvia espanta
a la solitaria gaviota
y yo me quedo danzando
festejando
que nada me alimenta.
No deseo tener una larga melena,
ni unas uñas pintadas de dorado.
No preciso nada,
No deseo nada,
respiro,
exhalo,
respiro,
permitiendo me alcance
el aire renovado,
de mi misericordia.